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No. 111/112 - Enero/Febrero 2001

Cambios del clima traen enfermedades y muerte

por Martin Jalleh

La combinación de cambio climático y degradación ambiental ha creado condiciones ideales para el surgimiento, resurgimiento y propagación de enfermedades infecciosas, que cobran más de 17 millones de víctimas al año. El aumento de la variabilidad del clima también ha alterado el equilibrio funcional entre depredadores y presas, un aspecto importante para controlar la proliferación de plagas y agentes patógenos. Un clima más cálido y a veces más húmedo es posible que esté extendiendo ya el área de incidencia de enfermedades infecciosas más allá de los territorios donde son endémicas. Estas fueron algunas de las conclusiones alarmantes de un estudio de Paul Epstein, del Centro de Salud y Ambiente Mundiales, en Massachussets, Estados Unidos.

"El cambio climático tendrá repercusiones generalizadas y en su gran mayoría destructivas sobre la salud humana", advierte Paul Epstein en un estudio titulado "Salud humana y cambio climático". "En el pasado ha habido periodos de incontrolables olas de enfermedades que alteraron radicalmente la civilización humana, como cuando la población europea fue devastada por la peste bubónica en la Edad Media. Ese problema estuvo asociado con el aumento de la población y la urbanización. Ahora un clima en proceso de calentamiento, que trae aparejado cambios ecológicos generalizados, puede estar estimulando cambios a gran escala en los patrones de las enfermedades", subraya Epstein.

Su estudio parece indicar que el cambio climático podría afectar la salud principalmente de tres maneras: creando condiciones que conduzcan a brotes de enfermedades infecciosas; aumentando el potencial e transmisiones de enfermedades transmitidas por vectores y la exposición de millones de personas a nuevas enfermedades y riesgos a la salud; y dificultando el futuro control de las enfermedades, y hay indicios de que este cambio preocupante ya ha comenzado.

Condiciones coadyuvantes

Según Epstein, las temperaturas extremas acarrean un aumento drástico de plagas y, por tanto, la propagación de enfermedades. "El clima restringe el área de incidencia de las enfermedades infecciosas, mientras que las condiciones meteorológicas afectan el momento de aparición y la intensidad de los brotes", observa. Los índices de picaduras de insectos y la maduración de los microorganismos dentro de ellas dependen de la temperatura y ambos índices aumentan cuando el aire es más caliente.

"El calentamiento también puede aumentar el número de insectos (...) Entre los límites de mucho calor y mucho frío hay un rango de temperatura óptimo en que un aire más caliente incrementa el metabolismo y las oportunidades de transmisión de las enfermedades", revela el estudio. "Los registros fósiles indican que cuando ocurrieron los cambios de clima, los insectos modificaron su área de incidencia mucho más rápido que el pasto, los arbustos y los bosques".

Epstein también brinda varios ejemplos del fuerte vínculo que existe entre el cambio climático y el aumento de las plagas. Comienza analizando el efecto de las lluvias torrenciales, que crean sitios donde proliferan los insectos, expulsan a los roedores de sus madrigueras y contaminan los sistemas hídricos. Luego continúa con algunos ejemplos específicos. En el sur de África, las poblaciones de roedores pulularon en 1994, luego de las lluvias torrenciales de 1993 que habían sido precedidas por una prolongada sequía. Como resultado, se estropeó el cultivo de maíz en Zimbabwe y hubo brotes de plaga en ese país, además de Malawi y Mozambique.

Tanto el fenómeno de El Niño como el de La Niña provocaron climas extremos en muchas regiones del planeta. Durante la etapa de frío, de 1995 a 1996, varias regiones del mundo experimentaron lluvias intensas e inundaciones, luego de una prolongada sequía. Esas lluvias han sido asociadas con la aparición de casos de encefalitis del Valle de Murria y con virus del río Ross en Australia, así como malaria en Argentina, sur de África y Pakistán.

Las fases de sequía que precedieron a la fase de lluvias de El Niño también provocaron un aumento de la incidencia de enfermedades. Por ejemplo, las epidemias de meningitis "están asociadas a condiciones de sequía severas, que aparentemente secan las mucosas de las membranas tornándolas vulnerables a la penetración de organismos colonizadores". En el África subsahariana, la epidemia de 1995-96 fue la peor hasta la fecha: más de 100.000 personas contrajeron la enfermedad y murieron.

Condiciones climáticas extremas como las provocadas por El Niño pueden también provocar grupos de enfermedades. El estudio de Epstein argumenta que "otras de las enfermedades que seguramente aumentan y cambian en conexión con el clima son las del gusano de Guinea, la leismaniasis, la filariasis linfática, la oncocerciasis y el mal de Chagas, que juntas afectan ya a más de 147 millones de personas".

Otra gran conclusión a la que llegó Epstein es que "la combinación de cambio climático y degradación ambiental puede crear condiciones ideales para el surgimiento, resurgimiento y propagación de enfermedades". Cita un informe de 1996 de la Organización Mundial de la Salud que afirma que en los últimos 20 años surgieron al menos 30 enfermedades infecciosas que son nuevas para la medicina. El dengue, que ha desaparecido prácticamente del Hemisferio Occidental, ha reaparecido ahora en América, infectando a más de 200.000 personas en 1995. También en 1995, Perú sufrió la mayor epidemia de fiebre amarilla registrada en la región desde 1950.

En diversos países europeos han resurgido distintas formas de hantavirus, especialmente en la ex Unión Soviética y la ex Yugoslavia. En 1994, la plaga se reavivó en India, luego de un verano abrasador en que las temperaturas alcanzaron los 51 grados y una estación de monzones inusualmente severa.

Epstein también dirige la atención a otra situación excepcional, y asegura que "algunas enfermedades infecciosas están apareciendo por primera vez en los países desarrollados", como el síndrome hantavirus pulmonar y la enfermedad de Lyme en Estados Unidos, y el E.coli 0157 tóxico en Estados Unidos, Europa y Japón.

Transiciones que desencadenan transmisiones

Epstein también afirma que el clima más cálido y a veces más húmedo puede estar ampliando el área de acción de enfermedades infecciosas más allá de las regiones en las que son endémicas y los habitantes tienen cierta inmunidad. Aduce que "el calentamiento de la atmósfera llevará consigo inviernos más cálidos en muchos lugares y, por tanto, en latitudes más elevadas aumentará el potencial de transmisión de enfermedades transmitidas por vectores".

Para sostener su argumento utiliza la malaria y el dengue. Señala que ya hay informes de casos de malaria en alturas inusualmente elevadas de las montañas de África Central, así como en Etiopía y partes de Asia. "Centros urbanos de las montañas, como Harare (Zimbabwe) y Nairobi (Kenya), tienen un creciente riesgo de brotes de enfermedades y no están bien preparados para enfrentarlos", afirma. Epstein hace referencia a un estudio que sugiere que la proporción del planeta que podría ser transmisora de malaria se incrementaría de 45 a 60 por ciento con la duplicación de las emisiones de dióxido de carbono. "Aproximadamente 270 millones de personas están afectadas por malaria en todo el mundo. El calentamiento de la atmósfera podría provocar un millón más de muertes por malaria al año", advierte.

La fiebre del dengue también se ha presentado en zonas de mayor altura, a 11.240 metros en América Central, 1.000 metros en México. En los Andes colombianos, se encontró el mosquito Aedes aegypti a 2.200 metros.

La estación en la que se produce la transmisión también podría extenderse a regiones que ahora están en los márgenes de la temperatura y las condiciones de humedad que permiten la reproducción de los vectores de la enfermedad. Epstein utiliza la encefalitis como otro ejemplo de una conexión estrecha real entre el cambio climático y la propagación de enfermedades transmitidas por vectores.

Los mosquitos pueden transmitir varios virus que entre los humanos causan diversos tipos de encefalitis. Los brotes epidémicos están fuertemente asociados con periodos de unos pocos días en que las temperaturas superan los 30 grados. La amenaza puede aumentar si se presentan meses de invierno tardíos y lluviosos, seguidos de una primavera seca. Según Epstein, el calentamiento de la atmósfera en Estados Unidos podría provocar la aparición más frecuente y más al norte –incluso hasta Canadá- de enfermedades que actualmente están limitadas principalmente a zonas meridionales del país.

Desaparición de depredadores aumenta las pestes

Un rumbo alarmante del que informa Epstein es la disminución del número de depredadores –que también significa un aumento de las pestes- como resultado del cambio climático. Y hace énfasis en el papel de los depredadores. Dice que ecosistemas saludables con una relación entre depredadores y presas que apunte a su preservación, constituyen los controles biológicos naturales para las enfermedades infecciosas y sus vectores.

Peces de agua potable, pájaros, reptiles y murciélagos limitan la abundancia de mosquitos; lechuzas, coyotes y víboras ayudan a regular las poblaciones de roedores. Algunos roedores están involucrados en la transmisión de la enfermedad de Lyume, el hantavirus, las fiebres hemorrágicas, la leptospirosis.

Epstein brinda ejemplos de las drásticas consecuencias del impacto del cambio climático en los depredadores. En la región sudoccidental de Estados Unidos, una sequía prolongada previa a la primavera de 1993 redujo las poblaciones de depredadores roedores tales como los mencionados anteriormente. Con las copiosas lluvias de primavera, las poblaciones de roedores se multiplicaron por 10 veces y apareció el Síndrome Pulmonar por Hantavirus, una enfermedad mortal nueva. Más de 150 personas de Estados Unidos han sufrido de esta enfermedad virósica y casi la mitad de ellas murieron. También hubo brotes en varios países e América Latina desde 1995. Las lluvias abundantes también favorecieron la proliferación de saltamontes que sirvieron de alimento al ratón que es portador del hantavirus. Así, bien puede considerarse una "nueva enfermedad" cuya transmisión y propagación se atribuyen a la creciente variabilidad climática que acompaña al cambio climático.

"En los sistemas marinos, los peces, los moluscos y los mamíferos marinos ayudan a regular la presencia de algas, algunas tóxicas, otras anóxicas (con falta de oxígeno). La destrucción de los hábitat en todo el mundo está reduciendo las poblaciones de depredadores y el calentamiento de la atmósfera tal vez esté incrementando la capacidad de varios vectores de enfermedades de sobrevivir y reproducirse", comenta Epstein. En su opinión, "el calentamiento también podría comprometer el sistema inmunitario de los mamíferos marinos y los corales, y favorecer el crecimiento de bacterias y virus dañinos en sus tejidos". Y añade: "Entre las posibles consecuencias de alteración de casi todos los ecosistemas marinos figura la de un aumento de los agentes patógenos oportunistas que pueden incitar la propagación de enfermedades humanas, a veces de manera generalizada. Un ejemplo de ello es el cólera".

Cambio de curso

El escenario en materia de clima tiene visos de empeorar, advierte Epstein. Cita el Segundo Informe del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático, que afirma que la frecuencia de días muy cálidos aumentará, provocando casi el doble de muertes a causa del calor en las ciudades afectadas. Las temperaturas de la superficie el mar han aumentado durante el último siglo. También se ha detectado calentamiento en aguas profundas de los océanos Atlántico, Pacífico e Índico, y en torno a ambos polos. Los océanos podrían terminar convirtiéndose en el depósito a largo plazo del calentamiento atmosférico de este siglo.

Epstein predice que "es posible que los cambios radicales de los patrones climáticos se conviertan en la norma, en tanto las aguas superficiales y profundas continúen absorbiendo y circulando el calor que se acumula en la troposfera. Al mismo tiempo, puede haber cambios abruptos del clima".

En su conclusión, Epstein llama a la reflexión: "No podemos seguir como siempre. Cambiar el curso no será fácil, pero es necesario. Hay costos asociados a las medidas que habría que aplicar ahora para demorar el calentamiento de la atmósfera. No obstante, si se dejan para un futuro, el costo en términos de cuidado de la salud, productividad, comercio internacional, turismo, costos por seguros y ahorro, sería enorme".


Cambios climáticos y enfermedades: el caso de El Niño

El fenómeno de El Niño, ocurrido en 1997-98 y que fue el más fuerte del siglo, provocó una serie de enfermedades. Sus impactos se sintieron en todo el mundo, según Paul Epstein, del Centro de Salud y Ambiente Mundiales, en Massachussets, Estados Unidos. Mientras que sequías extremas e incendios azotaron Asia, las naciones mediterráneas, el Amazonas, el bosque tropical de México, América Central y Florida (Estados Unidos), se experimentó un aumento drástico de la incidencia de enfermedades respiratorias y cardiovasculares e irritaciones oculares. Las sequías provocaron un aumento del cólera en muchas regiones tropicales. Las oleadas de calor mataron a miles de personas en India y a centenares en Estados Unidos y Europa Central. El Cuerno de África quedó inundado y experimentó rebrotes de cólera, malaria y Fiebre del Valle del Rift, que mató tanto a seres humanos como a ganado.

En América Latina, las inundaciones a lo largo de la costa del Pacífico y al sur de Brasil causaron un incremento del cólera y de enfermedades transmitidas por vectores, y varios países de América del Sur sufrieron rebrotes de hantavirus. En la zona sudoccidental de Estados Unidos, poblaciones de roedores comenzaron a aparecer en enero y febrero de 1998, lo cual es extremadamente temprano, y en esa primavera hubo casos de Síndrome Pulmonar por Hantavirus. Las inundaciones más devastadoras desde 1949 ocurrieron en China, mientras El Niño se fue retirando y La Niña comenzó a enfriar la zona occidental del océano Pacífico.




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