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No. 110 - Diciembre 2000

COLOMBIA-VENEZUELA

Canales de comunicación para prevenir el conflicto

por Socorro Ramírez, Miguel Hernández Arvelo

Las relaciones entre Venezuela y Colombia han venido atravesando en los últimos meses por una situación difícil y compleja. Incomprensión de ambos lados, excesos verbales y un evidente desconocimiento de la situación política en el otro país han contribuido a enturbiar las relaciones entre dos pueblos determinados por la historia -y por el presente- a cooperar y entender la complejidad de las relaciones de vecindad, señalan los autores, miembros del Grupo Académico Colombia-Venezuela, una instancia que pretende abrir caminos de diálogo y tolerancia para reencontrar el espíritu de cooperación que desde hace 10 años ha venido prevaleciendo en las relaciones bilaterales.

Llevamos ya dos años de continuas recriminaciones mutuas entre los gobiernos de Venezuela y Colombia que han ido subiendo de tono en sus declaraciones a los medios y escalando peligrosamente sus divergencias. Hemos asistido a sucesivas suspensiones de las reuniones entre presidentes, cancilleres, comisiones fronterizas y de funcionarios de diversos mecanismos institucionales que desde hace una década sistemáticamente se encontraban para el manejo de asuntos claves de la vecindad.

Las pocas reuniones realizadas entre los gobernantes de ambos países no han restablecido la confianza recíproca indispensable para una fructuosa relación. Las comisiones presidenciales de negociación de los puntos claves de la agenda bilateral, entre los que se encuentra el diferendo limítrofe en el Golfo de Venezuela, aún no se han reunido en el período que va corrido de los dos gobiernos. Las comisiones presidenciales de asuntos fronterizos, o de vecindad, como también se les conoce, aunque se ampliaron en sus componentes y en su temática -que ahora incluye la integración-, tampoco se han reunido.

Esta mutua incomprensión y la falta de canales de comunicación a través de los cuales se puedan identificar tanto las divergencias y las posibles formas de manejo del desacuerdo, así como las convergencias y las vías para potenciarlas, sumadas a las opciones políticas opuestas de los dos gobiernos y a las muy importantes diferencias de estilo, han impedido sentar las bases de un entendimiento recíproco y durable, y ponen en riesgo los significativos avances logrados desde 1989 en el terreno de la integración económica, así como en la cooperación política y fronteriza.

En efecto, esta crítica situación de la relación bilateral, se deriva ahora de al menos tres factores. Ante todo, de la mutua incomprensión de la situación interna de cada uno de los dos países, la cual se constituye en un momento crucial tanto para Venezuela como para Colombia. Por un lado, se trata del escalamiento del conflicto armado colombiano y de la búsqueda de caminos para conseguir la negociación política hacia la paz, simultáneamente con la aplicación del Plan Colombia contra el narcotráfico. Del otro lado, se trata del derrumbe del sistema político venezolano y de la instauración de su reemplazo. Caracas ha ofrecido sus buenos oficios en aras de contribuir al proceso de paz, sin embargo en algunas ocasiones ha tratado de intervenir unilateralmente sobre el conflicto interno de Colombia. Bogotá, por su parte, alarmada por los cambios introducidos en la elite del país vecino, sólo reacciona a los desafueros de su contraparte y no parece comprender a cabalidad lo que allí está ocurriendo.

Pero el deterioro actual también se deriva de las opciones políticas opuestas a las que le están apuntando los dos gobiernos, que tienen repercusiones mutuas. El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, se distancia de Washington al tiempo que el mandatario colombiano, Andrés Pastrana, cifra en él sus esperanzas. Mientras Caracas prohibe los sobrevuelos norteamericanos para el control antidrogas, Bogotá y Washington articulan en el Plan Colombia la lucha antidrogas con la búsqueda de salidas al conflicto armado. La agudización de los desacuerdos depende, igualmente, de los muy disímiles estilos diplomáticos. Mientras Caracas acude a un estilo locuaz de denuncia y señalamiento público y a la supresión de los canales regulares de entendimiento, Bogotá continúa atada a las formas diplomáticas y se reduce a rechazar el estilo de su contraparte. Estos tres factores que han ido deteriorando la relación no son coyunturales.

Ante esta situación, es importante recordar una de las conclusiones centrales del trabajo del Grupo Académico Binacional, en el sentido de que son más los lazos que unen a los dos países que las cuestiones que los separan. En esta nueva coyuntura -y teniendo en cuenta que las divergencias son hoy de más calado que nunca- es necesario poner en funcionamiento los canales de comunicación y de tramitación pacífica de los desacuerdos entre los gobiernos, e incrementar los lazos de muy diverso orden que articulen de manera durable a los países. Es la única manera de impedir un conflicto o de que la actual coyuntura crítica eche por la borda el entrecruzamiento de las economías, los instrumentos diplomáticos estatales, los lazos culturales, etc., que se construyeron en la última década para un manejo directo y global tanto de la compleja agenda bilateral como de una intensa relación de vecindad.

Hoy más que nunca se necesitan canales de comunicación, de diálogo y entendimiento. Los medios masivos de comunicación no son el espacio para tramitar las relaciones entre los gobiernos. Más bien, cuando éstos llevan sus problemas con el vecino al micrófono, en lugar de reducir las divergencias, las amplifican y distorsionan. Sin embargo, ante el distanciamiento de los gobiernos, existe un gran riesgo de que las relaciones continúen discurriendo por estos canales públicos. De ahí la importancia de iniciativas como la del Grupo Académico Colombia-Venezuela, la cual, -sin ignorar el deterioro evidente de la relación bilateral- más que reaccionar constantemente a los avatares políticos del día a día, eventualmente tomando partido ante las disputas intergubernamentales, ha optado por otro camino. Ante esta coyuntura crítica ha decidido incrementar los esfuerzos comunes para propiciar una mirada conjunta, binacional e integral de los problemas y asuntos en juego.

En el año 2000, el Grupo Académico presentó los resultados de su trabajo en más de 30 encuentros binacionales, que contaron con la participación de muy diversos sectores: periodistas, médicos, empresarios, funcionarios, estudiantes y público en general.

En el 2001, ya no sólo trabajarán en red la Cátedra Colombia de la Universidad Central de Venezuela y la Cátedra Venezuela del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) en la Universidad Nacional de Colombia, sino que se articularán a la tercera etapa del Grupo Académico programas ambientales, de comunicaciones y urbanismo de las dos Universidades, así como intercambios estudiantiles y tesis binacionales, y en el caso de la sede de Bogotá, participarán también profesores y estudiantes de ciencia política, geografía, economía y biología. De esta manera, los académicos se suman a iniciativas ciudadanas dispuestas a reforzar directamente los lazos de integración entre nuestros dos pueblos, más allá de las disputas intergubernamentales.

La confianza mutua entre las dos naciones es indispensable. No sólo porque Colombia y Venezuela están irremediablemente abocados, por geografía, historia y cultura, a construir su futuro en estrecha cooperación, sino porque en esta época de globalización y regionalización necesitan presentar un frente común en las negociaciones ante terceros. Unidos, los dos países presentan un potencial considerable. Constituyen, además, el motor indispensable de la Comunidad Andina y el puente entre la América del Sur y la del Norte. Separados, Colombia y Venezuela no sólo se tornan más débiles sino que se convierten en un obstáculo insalvable para cualquier proceso de integración latinoamericana en la perspectiva de las negociaciones del área de libre comercio de las Américas. Y pueden servir de “idiotas útiles” para los intereses de Washington que sacará ventajas de la crisis andina y de la dinámica interna de Colombia y Venezuela.

Si no se fortalecen y multiplican los canales de comunicación y diálogo entre los dos países, los recurrentes y peligrosos escalamientos de la tensión diplomática entre los gobiernos puede enredarlos en un conflicto, con impredecibles y dañinas consecuencias para ambas naciones y para toda América Latina.

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Socorro Ramírez es investigadora del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional de Colombia y Coordinadora del Grupo Académico Colombia-Venezuela.

Miguel Hernández Arvelo es jefe del departamento de Estudios Latinoamericanos de la Escuela de Sociología de la Universidad Central de Venezuela y miembro del Grupo Académico Colombia-Venezuela.






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