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   No. 68 - Junio 1997
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No. 68 - Junio 1997

¿The New York Times encubrió a Salinas?

Michael Levine trabajó en la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA) durante 25 años. En la siguiente carta, enviada al diario The New York Times, explica cómo Washington encubrió los vínculos del ex presidente de México Carlos Salinas de Gortari con el narcotráfico. Mientras el gobierno estadounidense lo protegió de la justicia debido a su apoyo al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, The New York Times, que se negó a publicar esta carta, parece haber colaborado con el encubrimiento a su manera.

Un par de días antes de la elección presidencial en Estados Unidos, ningún medio de prensa nacional hace mención al ex presidente de México Carlos Salinas de Gortari, quien desapareció de su país hace bajo sospecha de vínculo con unos 500 millones de dólares presuntamente procedentes del narcotráfico, que estarían ocultos en más de 60 bancos de todo el mundo. Pero Salinas aparece repentinamente en Nueva York el 18 de setiembre pasado, como miembro de la junta directiva de Dow Jones.
Uno podría preguntarse cómo es posible que un hombre involucrado en corrupción masiva, favorito de nuestros republicanos y demócratas por su apoyo al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), permanezca fuera de la prensa durante una elección en la que parte importante del debate consiste en cuál partido realiza el mejor trabajo en el combate al narcotráfico. Desde el punto de vista de quien trabajó 25 años en la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA), parece que The New York Times ayudó para que esto fuera posible.

Dejemos que los hechos hablen por sí mismos: el 13 de diciembre de 1995, un artículo de la agencia de noticias Associated Press, que nunca fue publicado por The New York Times, informó que el ex presidente mexicano Carlos Salinas había sido vinculado por la Aduana estadounidense y la DEA con 500 millones de dólares, presumiblemente procedentes del narcotráfico, ocultos en más de 60 bancos de todo el mundo. El agregado de la Aduana de Estados Unidos en Ciudad de México emitió un "alerta de fronteras": si Salinas intentaba atravesar cualquier límite internacional, la Aduana estadounidense debía ser notificada de inmediato. Esta medida generalmente significa que la detención o la acusación penal es inminente, siempre que no interfieran intereses especiales. El artículo de Associated Press reveló tales intereses al citar a funcionarios innominados del Departamento de Estado que afirmaron desconocer lo que el agregado de la Aduana tenía en mente, así como cualquier evidencia que vinculara a Salinas con el narcotráfico.

Cualquiera que haya trabajado en alguna embajada de Estados Unidos, como yo lo he hecho, reconoce estas declaraciones como doble discurso. El agregado de Aduana trabaja para el Departamento de Estado, y cualquier orden que emita desde nuestra embajada en México debe ser aprobada por el embajador. Desafortunadamente, el encubrimiento de narcotraficantes del Tercer Mundo por el Departamento de Estado no es algo nuevo. Lo que resulta difícil de entender es el encubrimiento de este asunto por un diario como The New York Times.

Me permito referirles a un artículo de The New York Times del 8 de abril de 1996, titulado "México juega a las escondidas en Cuba", por Anthony De Palma, que comparaba las "visiones" denunciadas del entonces desaparecido Salinas con las de Elvis Presley. El artículo, que no hacía mención a la conexión con la droga, llamaba a Salinas "el Elvis de los ex presidentes". El objetivo parece obvio: mofarse de la vinculación de Salinas con la droga.

Luego, el domingo (12 de mayo de 1996), The New York Times publicó en primera página un artículo de Sam Dillon sobre la detención de Juan Abrego, que el presidente Bill Clinton citó como "prueba" de la cooperación de México en la guerra contra las drogas. La nota constituyó un espaldarazo para el Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México, un llamador de votos para Clinton y un voto de confianza para una guerra contra las drogas que debió haber terminado hace décadas.

Casi al final, en el antepenúltimo párrafo del extenso artículo, había una alusión a un hecho que el diario no quiso investigar demasiado: "En marzo de 1994, el jefe de un equipo mexicano especial de investigación, Eduardo Valle, renunció a su puesto argumentando que el presidente Carlos Salinas protegía a Abrego (para que no fuera procesado)". El artículo concluía con una declaración falsa y engañosa: "La acusación (contra el presidente Salinas) nunca fue probada...".

Cobertura con efecto

El último artículo del periódico que menciona al ex presidente de México apareció en primera página el 5 de junio de 1996, titulado "De un mexicano astuto y cómo se movieron sus millones", también escrito por Anthony De Palma. Mientras el artículo de "Elvis" ridiculizaba la conexión de Salinas con la droga, éste la hacía desaparecer por completo. La nota lograba incluso describir el lavado de 80 millones de dólares por el hermano de Salinas, Raúl, sin mencionar la vinculación del ex presidente con el narcotráfico ni sus 500 millones de dólares. Por el contrario, De Palma, ignorando cualquier evidencia en contrario proporcionada por la DEA y la Aduana, describió a Salinas como un acérrimo enemigo de la corrupción que no pudo controlar al "verdadero" culpable, su hermano Raúl.

Este tipo de cobertura permite concluir que The New York Times está ayudando a algunos miembros del gobierno muy sospechosos o ineptos a mantener secretos comprometedores protegidos de los ciudadanos que pagan sus salarios: que a fines de 1987, antes de la elección de Carlos Salinas, nuestros líderes políticos recibieron sólidas pruebas (grabadas en videos y casetes) de que bajo su administración México se transformaría en un puerto abierto a los narcotraficantes, y que, para asegurarse de que Salinas -favorecido por los presidentes Clinton y Bush por su apoyo al TLCAN- ganara los comicios y que la aprobación de dicho tratado en el Congreso no se viera obstaculizada por la indignación pública, ocultaron, encubrieron y distorsionaron las evidencias.

Durante las audiencias del caso Irán-Contras, el senador Al D'Amato dijo: "Cobramos a nuestros ciudadanos miles de millones de dólares en impuestos para combatir las drogas, pero nos acostamos con los mayores narcotraficantes del mundo". D'Amato se refería al apoyo encubierto de Washington a los mujahidines, la contra nicaragüense, Manuel Noriega, los Ejércitos Unidos de Shan, La Corporación de Bolivia y otras organizaciones cuyos líderes obtuvieron licencia para volcar drogas por valor de miles de millones de dólares en ciudades estadounidenses con total impunidad.

Ahora podemos agregar a la lista al ex presidente de México, sólo que esta vez no se puede utilizar la guerra fría como excusa: todo fue realizado en interés de los grandes negocios.

Veinticinco años en una agencia federal me enseñaron que la única salvaguarda que el pueblo estadounidense tiene contra el crimen -y, admitámoslo, contra la estupidez de sus líderes- es una prensa alerta y agresiva. Lamento decir que, en este caso, The New York Times no cumplió la función que debía.






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