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Ambiente

Jueves 9 de Enero de 2003

Con el agua al cuello

Los ciudadanos de Tuvalu se preparan para la expatriación, porque su nación isleña está en vías de desaparecer por el aumento del nivel del mar.

por Piers Moore Ede
Diciembre de 2002


Tuvalu es uno de los países más pequeños y remotos de la Tierra. Aproximadamente a medio camino entre Hawai y Australia, es uno de los nueve minúsculos atolones del Pacífico Sur que representan al grupo insular de Oceanía. Son islas de playas blanquísimas, adornadas con cocoteros. Cabe imaginar que el mar echó a Robinson Crusoe en una de ellas.

Sin embargo, la tragedia se cierne en el horizonte. Con un aumento del nivel del mar estimado en 88 centímetros para este siglo, los habitantes de Tuvalu bien podrían tener el mismo destino que los de la mítica Atlántida.

En 1997, en la Tercera Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Kyoto, Japón), el primer ministro de Tuvalu, Koloa Talake, pronunció un conmovedor discurso en el que imploró a los líderes mundiales que actuaran de inmediato.

“Es esencial fijar objetivos significativos y obligatorios para la reducción de los gases de invernadero si deseamos evitar el impacto catastrófico del cambio climático sobre el sustento y la existencia de las personas... Para los residentes de los pequeños estados insulares, y sin duda para los de Tuvalu, mi pequeña nación isleña del Pacífico, éste es un asunto fuera de discusión. El efecto del calentamiento del planeta sobre nuestras islas es real y amenaza nuestra propia supervivencia”, declaró.

Desafortunadamente, las súplicas de Talake cayeron en saco roto. Ni Estados Unidos ni Australia, los dos países con mayores emisiones de gases de invernadero por habitante, ratificaron el Protocolo de Kyoto. Cinco años después de la conferencia y con terribles inundaciones, los residentes de Tuvalu se preparan para la expatriación. A partir de este año, 75 de ellos se reubicarán en Nueva Zelanda anualmente.

Mientras, el primer ministro ha contratado los servicios de estudios jurídicos de Estados Unidos y Australia para presentar una demanda contra los emisores de gases de invernadero ante la Corte Internacional de Justicia, en La Haya. Juristas australianos recomendaron a Canberra que tome esa iniciativa en serio, en especial porque acepta sin reservas las decisiones de la Corte Internacional de Justicia. Cualquiera sea el resultado, el juicio sin duda concitará la atención mundial.

Por ahora, la vida es relativamente pacífica para los 11.000 habitantes de Tuvalu. La agricultura de subsistencia y la pesca todavía forman la base de la economía nacional, aunque en los últimos años la venta de derechos territoriales a empresas pesqueras internacionales representó una importante fuente de divisas. Sin embargo, los residentes son conscientes de lo que está por venir.

El mar es un elemento esencial en la vida de esta aislada nación, que mantiene un saludable respeto por él. Los pescadores han sido los primeros en notar los efectos del cambio climático. Muchas de las grandes islas vecinas a Tuvalu se han reducido a menos de la mitad de su tamaño original.

Pero la inundación total no es el único fantasma de Tuvalu. Antes de sumergirse por completo, tormentas cada vez más frecuentes volverán imposible la vida sobre la isla, y mareas más altas aumentarán la salinidad del suelo, al punto de impedir la supervivencia de cultivos tradicionales como la pulaka.

La expatriación es una sombra que se cierne sobre este apacible lugar. Aquellos que todavía no planean emigrar no pueden dejar de considerarla, mientras sus vecinos y amigos abandonan el barco que se hunde, uno por uno. Pese a la cálida bienvenida de Nueva Zelanda, algunos isleños tienen reservas sobre la calidad de vida en un país industrializado.

También se hacen preguntas sobre el futuro económico de Tuvalu una vez que sus habitantes hayan partido. ¿Mantendrán los derechos a sus aguas territoriales? ¿Serán alguna vez compensados por la pérdida de su cultura?

Andrew Sims, experto en la cuestión “deuda ecológica”, sugirió que esas preguntas se volverán cada vez más pertinentes a medida que las crisis a largo plazo causadas por los países más ricos se hagan realidad. “La deuda ecológica, generada porque los ricos tomaron más de la cuenta de un espacio ambiental finito, otorga a los países en desarrollo autoridad moral en las negociaciones internacionales. Ningún país pobre debería pagar un solo centavo de su deuda externa a un país rico acreedor hasta que éste le haya saldado su deuda ecológica”, exhortó.

Australia respondió a las críticas hacia su postura ambiental con un informe de su agencia de las mareas, la “National Tidal Facility” (NTF), según la cual “no existen pruebas visibles de la aceleración del aumento del nivel del mar”. Además, Bill Mitchell, de la NTF, sugirió que los propios isleños eran responsables de las inundaciones por talar demasiadas palmeras, tener una gran densidad de población y un mal manejo ambiental.

Tuvalu se burló de la respuesta de Australia y señaló estadísticas del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático para sustentar sus argumentos. Un informe independiente de la organización Greenpeace también predijo un notable aumento del nivel del mar, y concluyó que Tuvalu y Kiribati son “los países más vulnerables”.

La relación entre ambos estados empeoró en los últimos meses, cuando Australia se negó a conceder a los ciudadanos de Tuvalu derecho alguno de inmigración. “Mientras Nueva Zelanda respondió positivamente y decidió ayudar a sus vecinos del Pacífico, Australia nos cerró la puerta en la cara”, lamentó Paani Laupepa, subsecretario de Recursos Naturales, Energía y Ambiente de Tuvalu, en declaraciones a la agencia de noticias británica BBC.

Sin embargo, Australia pidió a Tuvalu que recibiera a solicitantes de asilo procedentes de Medio Oriente. Desde agosto de 2001, el gobierno australiano se negó a recibir a unos 2.000 solicitantes de asilo y los derivó a pequeñas islas del Pacífico, mientras se procesan sus solicitudes. “Les pedimos espacio y en cambio nos mandan a quienes deberían recibir ellos”, comentó Panapa Nelesone, portavoz del gobierno de Tuvalu.

Las previsiones no son nada alentadoras para Tuvalu. Otras naciones insulares y costeras le seguirán. Aunque los contaminadores hacen todo lo posible para mirar hacia otro lado, cada vez son más abrumadoras las pruebas de los efectos catastróficos del cambio climático. La década de 1990 fue la más caliente jamás registrada y los glaciares de ambos polos se están derritiendo, al igual que las nieves del monte Kilimanjaro. Si no se restringen las emisiones de gases de invernadero, la leyenda de la Atlántida pronto se convertirá en realidad. — Third World Network Features. (FIN)

Acerca del autor: Piers Moore Ede es un periodista independiente establecido en Londres.

Este artículo fue publicado por primera vez en Earth Island Journal (Vol. 17, nº 4, invierno 2002-2003).

Al reproducir este artículo, acredítelo a Third World Network Features y, si corresponde, a la revista cooperadora o agencia involucrada, e inserte el pie de autor. Sírvase enviarnos recortes.

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