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   No. 139 - Noviembre 2000
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No. 139 - Noviembre 2000

Informe Comercio y Desarrollo 2000 UNCTAD

Fusiones y adquisiciones por detrás de la IED

por Chakravarthi Raghavan

El Informe sobre las Inversiones en el Mundo 2000, de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), centra su análisis en la creciente incidencia de las fusiones y adquisiciones transfronterizas, que estaría impulsando una nueva escalada de los volúmenes de inversión. No obstante, todavía falta demostrar los supuestos beneficios de las fusiones y adquisiciones, y de la inversión extranjera directa (IED) en general. El Informe tiene varios puntos débiles, tanto desde el punto de vista conceptual como estadístico, por lo que hace una pobre contribución al tema.

Alentado por el ritmo frenético de las fusiones y adquisiciones transfronterizas –más adquisiciones que fusiones, en realidad- los flujos mundiales de inversión extranjera directa (IED) excederán el billón de dólares en el 2000, dijo la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) el 3 de octubre, durante el lanzamiento de su Informe sobre las Inversiones en el Mundo 2000. El documento se centra en las fusiones y adquisiciones transfronterizas y llega a conclusiones y propuestas de política tentativas y contradictorias.

El secretario general de la UNCTAD, Rubens Ricúpero, que dio a conocer el informe en Ginebra, subrayó en una rueda de prensa la importancia de las políticas nacionales y declaró que éstas en gran medida explican las consecuencias positivas y negativas de la IED en los países del Sur y su impacto en el desarrollo.

En una reseña del informe, Ricúpero expresó que las fusiones y adquisiciones transfronterizas, incluida la compra por parte de inversionistas extranjeros de empresas estatales privatizadas, están llevando los volúmenes de inversión extranjera a nuevos récords. Pero, por otro lado, permaneció a la vez cauto y escéptico en cuanto a sacar conclusiones generalizadas o dar consejos.

El autor principal del informe, Karl Sauvant, habló en términos más efusivos. En una rueda de prensa que dio en Nueva York, Sauvant declaró que estamos ante el surgimiento de un nuevo mercado mundial para las empresas, se compran y venden compañías a través de las fronteras en una escala sin precedentes.

El informe establece una distinción entre la IED que ingresa a los países en desarrollo como fusiones y adquisiciones, y las inversiones en “nuevas instalaciones”, y argumenta que si bien en el corto plazo las fusiones y adquisiciones pueden plantear problemas, a la larga benefician a los países en desarrollo.

También concede que la evidencia empírica acerca tanto de los vínculos entre fusiones y adquisiciones transfronterizas y el desarrollo como de la forma en que difieren de otros modos de ingreso de IED, todavía es muy limitada. Agrega que el análisis del informe sobre este tema “es en gran medida conceptual” y constituye apenas un primer intento por evaluar el protagonismo que les cabe a las fusiones y adquisiciones transfronterizas en el desarrollo.

El informe trata de establecer diferencias entre las inversiones extranjeras en cartera y de otro tipo que ingresan a los países en desarrollo, las fusiones y adquisiciones y las inversiones en nuevas instalaciones y cómo deberían juzgarse los efectos de las privatizaciones. En ese sentido, cita el informe del año pasado e insiste en que es necesario recordar que la propia IED, cualquiera sea su modo de ingreso, sirve para complementar los recursos y esfuerzos nacionales, que son la llave para el proceso de desarrollo.

Promoción de la IED

El informe argumenta que los gobiernos reconocen la importancia de atraer IED y valoran su inversión de cartera y los préstamos bancarios, especialmente durante las crisis financieras. Sin embargo, un estudio de Gordon Hansen, de la Universidad de Michigan, y el Departamento Nacional de Investigaciones Económicas, cuestiona las políticas y medidas (incluidos diversos subsidios) para promover la IED, diferenciada de las inversiones en cartera, y aconseja a los países en desarrollo mantenerse escépticos ante las promesas de que la promoción de la IED aumentará el bienestar nacional.

Otros estudios de años anteriores, tanto del Grupo de los 24 (que reúne a los países en desarrollo en el ámbito del FMI y el Banco Mundial) como documentos de personal del Banco Mundial y el FMI, y documentos de discusión de la UNCTAD, plantearon claramente las dificultades para establecer ese tipo de distinciones ya que incluso la IED puede ser disfrazada como derivados, vaciando las distinciones de todo contenido.

El estudio del académico estadounidense, encomendado para los ministros de Finanzas de los países del Grupo de los 24 que se reunieron en Praga en vísperas de la reunión anual del FMI y el Banco Mundial, concluye en que no hay prácticamente pruebas de que la IED genere algún tipo de beneficio para las economías receptoras.

Hansen se concentra en el subsidio (a través de diversas medidas fiscales y de política) de la IED que ingresa a los países tanto industrializados como en desarrollo, y señala que en teoría esos subsidios se otorgarían si las transnacionales fueran intensivas en el uso de factores abastecidos de manera elástica, si la llegada de las transnacionales al mercado no bajara la participación de las empresas nacionales y si la IED generara un crecimiento importante de la productividad.

Hansen dice que la investigación empírica da a entender que es muy poco probable que se mantengan tanto la primera como la tercera condición. También cuestiona la opinión de que la IED -y la tecnología y otros beneficios que supuestamente trae aparejada una transnacional cuando ingresa a un país- aumente la productividad de los agentes nacionales. Si bien son los países de elevada productividad y las industrias dentro de ellos los que atraen a las transnacionales, no hay evidencia firme a nivel de la empresa o el establecimiento industrial de que la IED eleve la productividad de las empresas nacionales. Y es más: según el estudio, parece que el establecimiento de industrias con una importante presencia multinacional tienden a registrar menor aumento de la productividad.

El estudio de Hansen es negativo en cuanto a los beneficios para el bienestar nacional de los países receptores en el caso de la IED en Brasil con respecto a las plantas de Ford y General Motors (donde dice que los subsidios ofrecidos por Brasilia pueden haber implicado una pérdida para el bienestar nacional) y de la planta Intel en Costa Rica (en que no hubo subsidios sino una tasa impositiva de casi cero para las empresas), donde no se produjeron efectos derivados en la productividad del país ni tampoco vínculos con empresas nacionales.

Durante la rueda de prensa, Ricúpero habló de las preocupaciones que acucian a los países en desarrollo con respecto a las fusiones y adquisiciones de las empresas nacionales y/o ex empresas estatales. Un recuadro del panorama general contempla dichas preocupaciones, entre las que figuran las relacionadas con las fusiones y adquisiciones, que trascienden el ámbito económico y alcanzan el social, político y cultural.

El recuadro dice que el pasaje de la propiedad de importantes empresas de manos nacionales a extranjeras puede ser considerado como lesivo para la soberanía nacional y en los hechos una recolonización. (Este término fue utilizado por primera vez por el autor en un artículo redactado en 1985, y luego en 1990 como parte del título de un libro sobre una nueva ronda de negociaciones comerciales que incluía temas nuevos y cuyo resultado previsible era empujar a las economías de los países en desarrollo en el tipo de relación que tenían con las metrópolis durante la era colonial.)

Es halagador ver que el Informe de la UNCTAD utiliza la misma terminología, pero las cuestiones de la economía no pueden estar divorciadas de los elementos políticos, culturales o sociales y de la consideración que se hace de los mismos.

En el Panorama General del Informe sobre las Inversiones en el Mundo, Ricúpero traza un paralelo entre la actual oleada de fusiones y adquisiciones, la concentración de propiedad y el aumento de monopolios y oligopolios por un lado, y lo que ocurrió en Estados Unidos durante la última década del siglo XIX -que desembocó en las leyes antitrust Clayton y Sherman-, por el otro.

El Informe dice que esto podría significar que lo que ocurre tal vez sea sólo el principio de un proceso de consolidación masiva a escala regional y mundial. En ese caso, es muy importante aplicar los necesarios instrumentos de política para hacerle frente, entre ellos y de forma especial, la política de competencia, con un enfoque que tome en cuenta los intereses y las situaciones de los países en desarrollo. Sin embargo, esto no resuelve los verdaderos paralelismos y su ausencia, y de ahí los peligros de una política de competencia “global”.

Resulta cuestionable, incluso en Estados Unidos, la efectividad de las leyes antitrust Clayton y Sherman, y cuán subjetivas son las decisiones, que acaso dependen del financiamiento de las campañas de los partidos y de los candidatos triunfantes. Y además, es difícil separar el alcance y efectividad de esas leyes y políticas de la realidad de un estado federal y un Tribunal Supremo, y los mecanismos coactivos que acompañan la decisión de un tribunal.

¿Cómo podrá desempeñarse ese papel a escala mundial para garantizar la aceptación por parte de los países en desarrollo de un tipo así de política de competencia mundial? ¿Podrían o deberían los países en desarrollo confiar en la Organización Mundial de Comercio (OMC) y su proceso de solución de diferencias? Y con conflictos y diferencias entre potencias económicas en pie de igualdad -como Estados Unidos y la Unión Europea- en torno a temas como cuándo el poder del mercado se convierte en una amenaza para la competencia, ¿sería suficiente una norma mundial en economías pequeñas donde incluso una empresa con solo el 20 por ciento del poder del mercado, con innumerables abastecedores a pequeña escala y descentralizados, puede constituirse en un oligopolio?

Estos son temas serios de economía política que el Informe sobre las Inversiones en el Mundo no aborda, dado el enfoque que adopta con relación a la IED y las transnacionales y sus actividades, que implica una aceptación más basada en la fe que en los hechos.

El estudio sobre la IED del informe dice que las corrientes de IED a los países industrializados aumentaron a 636.000 millones de dólares en 1999 (de 481.000 millones en 1998), mientras que la IED a los países en desarrollo aumentó a 208.000 millones comparada con los 179.000 millones de 1998.

Según el Informe, las corrientes globales de IED aumentaron 16 por ciento, lo que equivale a 800.000 millones el año pasado. El Reino Unido, con 199.000 millones, es el mayor inversionista en el exterior. Las voluminosas fusiones y adquisiciones, y el vigor sostenido de su economía lo hicieron el mayor receptor de IED: 276.000 millones de dólares o un tercio del total mundial.

La IED en América Latina y el Caribe aumentó drásticamente el año pasado, superando los 90.000 millones de dólares. Los ingresos de IED en todos los países de Asia aumentaron a 106.000 millones. Pero los de Europa Central y Oriental y África permanecieron “bastante modestos”, en 21.000 millones y 9.000 millones de dólares respectivamente.

Confuso

Como en el pasado, el Informe sobre las Inversiones en el Mundo brinda una cantidad considerable, y confusa, de datos y ejemplos, y varios “tal vez”, “podría”, etc., para sugerir efectos de goteo de la IED y de las fusiones y adquisiciones, conceptualmente positivos (transferencia de tecnología, aumento de la productividad, exportaciones, etc.).

Varios académicos y economistas, como Bob Stucliffe, Gerald Epstein, Alejandro Nadal y Yash Tandon, han cuestionado de otros Informes sobre las Inversiones en el Mundo y artículos sobre temas de la IED, las dificultades de comparar y analizar los datos estadísticos y de otro tipo, ya sea con otras fuentes o con el propio Informe.

Parte del problema radica en las propias estadísticas –que a menudo son estimaciones y no son confiables- y las formas muy inteligentes en que los ingresos y salidas se disfrazan por diferentes razones, incluida la evasión fiscal por las grandes transnacionales.

También incide la forma en que se prepara y produce el Informe sobre las Inversiones en el Mundo, con poco tiempo para sentarse y mirar con ojos desapasionados todo el documento para detectar alguna contradicción interna con otras conclusiones de la propia UNCTAD, o con otros documentos también firmados por el secretario general o dentro de su competencia.

Otra parte del problema tiene que ver con la forma en que el FMI decide sobre la organización de los datos nacionales y su informe a los fines de la balanza de pagos, donde mezcla el flujo de efectivo, el flujo neto y el balance nacional por consideraciones ideológicas.

Al comienzo del Anexo B, donde están las estadísticas, el Informe da su explicación sobre las contradicciones en materia de datos con que se toparían quienes traten de analizar los hechos y sacar una conclusión en materia de política. Las contradicciones se refieren a cómo se reúnen y verifican los datos, que se basan en los datos de balanza de pagos del FMI, la última Quinta Edición del manual del FMI y sus clasificaciones “arbitrarias” sobre IED y otras corrientes de capital.

Por ejemplo, ¿cuál es la base real para decidir que 10 por ciento del capital o “holding” de una entidad residente de una economía en una entidad de otra califica para el concepto de “inversión extranjera directa” e implica “un interés duradero”, en que el inversionista ejerce un grado significativo de influencia en la administración de la empresa?

Es fácil citar ejemplos -pero eso no habilita a sacar conclusiones generalizadas- de casos de empresas de participación mixta o sociedades donde no alcanzaría ni siquiera un 49 por ciento y otros donde apenas un cinco o seis por ciento de participación en el capital social le permite tener el control de la empresa. Luego están los casos en que hasta el 100 por ciento de propiedad puede ser fácilmente convertido en derivados y vendido a otros de manera que dejen de figurar los dueños originales.

El anexo también brinda una lista de los países en que no se pudo disponer de alguno de los componentes de IED utilizados en los datos de balanza de pagos del FMI, y otros en que alguno de los años se complementó mediante el contacto con las autoridades nacionales.

Tal vez no revista particular importancia en términos del peso del elemento o dato que falta con relación a la economía mundial, el Producto Interno Bruto, etc. No obstante, uno queda intrigado con la mención de Somalia, un país donde no funciona el Estado- o varias de las ex repúblicas soviéticas y países de Europa oriental, donde el proceso de recolectar datos implica una verdadera función estatal y un aparato gubernamental que llegue al público o a los sectores privados.




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