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   No. 138 - Octubre 2000
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Análisis / Desarrollo


No. 138 - Octubre 2000

Reducción de la pobreza

El Banco Mundial no mira hacia atrás

por Chakravarthi Raghavan

Aún cuando pueda haber atenuado su discurso sobre la apertura de los mercados, la edición de este año del Informe sobre Desarrollo Mundial publicado por el Banco Mundial sigue básicamente propugnando la liberalización del comercio y el mercado de capitales. Además, a pesar de que este año la reducción de la pobreza es uno de los temas del informe, no reconoce para nada la contribución que el propio Banco Mundial hizo al empobrecimiento de los países y pueblos a través de las rebatidas políticas de ajuste estructural.

Es posible lograr índices importantes de reducción de la pobreza, pero para ello será necesario tener un enfoque más amplio que aborde directamente las necesidades de los pobres en los sectores de oportunidades, participación y seguridad. Tal es la reflexión que hace el Banco Mundial en su Informe del Desarrollo Mundial 2000-2001: Ataque a la pobreza, que fue dado a conocer el 12 de setiembre, en vísperas de las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional (FMI) Y EL Banco Mundial en Praga.

El informe es el resultado de dos años de elaboración plagada de controversias que condujeron incluso a la renuncia de uno de sus autores principales, Ravi Kanbur, de la Universidad de Cornell. El proyecto de Kanbur, que algunas ONGS lograron poner en Internet, era sumamente crítico de las políticas de ajuste estructural, los consejos y condiciones del FMI y el Banco Mundial, y también de la imposición de los dogmas de liberalización de los mercados en los países en desarrollo. Las severas críticas al secretario del Tesoro de Estados Unidos, Lawrence Summers, y al presidente del Banco Mundial James Wolfensohn, así como la presión del Departamento de Tesoro, sobre el Banco para que cambiara la política del informe, provocó la salida de Kanbur.

También desplazaron al economista principal y vicepresidente del Banco Mundial, Joseph Stiglitz, bajo cuya dirección general comenzó a realizarse el informe, luego de haber expresado públicamente sus críticas al Departamento de Tesoro de Estados Unidos y a las políticas del FMI.

El Informe sobre el Desarrollo Mundial 2000-2001 presenta opiniones, políticas y opciones sobre la pobreza y la reducción de la pobreza, y una serie de políticas nacionales e internacionales para combatir la pobreza –ofreciendo “oportunidades”, “participación” y “seguridad” a los pobres- y cita los esfuerzos del Banco a lo largo de cuatro o cinco décadas de préstamos para el desarrollo para promover el crecimiento y el desarrollo, y resolver la pobreza.

Sin mirar para atrás El filósofo danés Soren Kierkegaard, dijo: “Sólo los ladrones y los gitanos dicen que uno nunca debe regresar al lugar donde ha estado”. Tal vez en la cita haya que agregar también al Banco Mundial y sus economistas.

Si bien el Banco parece tener una larga trayectoria en materia de experiencias y análisis económicos y sociológicos, en lo que hace a las causas de la pobreza y cómo “combatirlas” parece bastante parco, e ignora por completo su propia contribución al empobrecimiento a través de los préstamos condicionados y los asesoramientos políticos impuestos a los países, empezando por el programa de préstamos que inició Robert NcNamara a fines de los años 60, siguiendo por los préstamos de ajuste estructural del FMI y el Banco Mundial en los 80, luego el Consenso de Washington de los 90 y hasta nuestros días.

En respuesta a los periodistas que preguntaron si el informe reconocía que el Banco había presionado a los países en desarrollo a través de los préstamos condicionados, Christina Malmberg Calvo, economista del Banco Mundial, los remitió a los capítulos 3 y 4 del informe. Pero ambos capítulos –dentro de los temas de “oportunidades” y relativos a “Crecimiento, desigualdad y pobreza” y “Mejorando el funcionamiento de los mercados para los sectores pobres”- no parecen resolver los errores de los anteriores consejos del organismo multilateral en materia de políticas, como por ejemplo reformas del mercado, privatización, liberalización del comercio, liberalización de los mercados financiero y de capital, fijación de precios y servicios y bienes públicos en el mundo en desarrollo (agua, salud, educación) y otros por el estilo.

Como el informe “Un mundo mejor para todos”, publicado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el FMI, el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y lanzado en la Cumbre Social Mundial (Copenhague + 5) realizada en junio, este informe ha identificado siete objetivos de desarrollo. Según dice, la comunidad internacional los ha establecido “a partir de discusiones en diversas Conferencias de la ONU celebradas a lo largo de los años 90”, incluida la definición de la pobreza sobre la base de un dólar (paridad del poder adquisitivo de 1993) por día. Utiliza este valor (definido por sí mismo y adoptado en el informe “Un mundo mejor para todos” por el secretario general de la ONU, Kofi Annan) y los datos de 1998 para aducir que se ha reducido la pobreza en Asia oriental y hasta cierto punto en el sur de Asia, pero está en aumento en el resto del mundo.

Entre 1987 y 1988, el porcentaje de población de las economías en desarrollo y en transición que vivía con menos de un dólar diario disminuyó del 28 al 24 por ciento. No obstante, esa reducción está por debajo de la tasa necesaria para llegar al objetivo internacional de desarrollo que se propuso para el 2015 reducir a la mitad los niveles de pobreza extrema, dice el Informe.

Lo que el Banco no dice es que, si se excluyen los datos para China e India, el panorama de la pobreza resultante es muy diferente. Y tanto China como India lograron un crecimiento rápido en los 90 y escaparon a la crisis financiera de 1997 y 1998 sobre todo porque hubo veces en que adoptaron políticas contrarias a los consejos del FMI y el Banco Mundial, si bien sin anunciarlo abiertamente.

Después de que por largo tiempo el Banco Mundial brindara un asesoramiento político uniforme para todos en materia de préstamos para ajuste estructural y condicionamientos, ahora dice: “No hay un proyecto simple y universal para poner en práctica esta estrategia. Los países en desarrollo deben elaborar su propia combinación de políticas para reducir la pobreza, que reflejan las prioridades nacionales y realidades locales. Las opciones dependerán del contexto económico, sociopolítico, estructural y cultural de cada país, y, es más, de cada comunidad”.

El Informe sobre Desarrollo Mundial propone una estrategia a tres puntas para la reducción de la pobreza, bajo el título de “Promover las oportunidades, facilitar la participación e incrementar la seguridad”.

Dentro de la primera estrategia, exhorta a aplicar medidas que ofrezcan a los sectores trabajo, crédito, caminos, electricidad, mercados para sus productos, y escuelas, agua, sanidad y salud. Luego continúa: “Las reformas del mercado pueden ser centrales para expandir las oportunidades de los sectores pobres, pero las reformas deben reflejar las condiciones institucionales y estructurales nacionales. Y es necesario que existan mecanismos para crear oportunidades y compensar a los posibles perjudicados de la transición”.

Dentro de la segunda estrategia, se dice en el informe que en el proceso de lograr que los sectores pobres tengan acceso a las diversas oportunidades, la responsabilidad y la rendición de cuentas son intrínsecamente políticas y requieren la colaboración activa de la sociedad, una colaboración que podría ser promovida por cambios en la forma de gobierno que logren que la administración pública, las instituciones legales y los servicios públicos sean más eficientes y responsables para con los ciudadanos.

En el informe también se exhorta a aplicar políticas y adoptar medidas para reducir la vulnerabilidad de los pobres a las conmociones económicas, los desastres naturales, las enfermedades, la discapacidad y la violencia personal.

La inversión y la innovación tecnológica son los principales motores del aumento de puestos de trabajo e ingresos salariales, dice el Informe, y exhorta a aplicar políticas que alienten la inversión y reduzcan los riesgos de los inversionistas privados, a través de políticas fiscales y monetarias estables, regímenes de inversión estables, sistemas financieros saneados y un entorno comercial transparente y claro, en el que las inversiones privadas estén complementadas por la inversión pública para aumentar la competitividad y crear nuevas oportunidades de mercado.

Pero la liberalización es la liberalización

Pero, por supuesto, el Informe sobre Desarrollo Mundial no abandona su adhesión a la liberalización del comercio o del mercado de capitales, los dos sectores en torno a los que los proyectos iniciales de Kanbur habían planteado interrogantes.

En el Informe se habla ahora de mercados internacionales que ofrecen una enorme oportunidad de trabajo y crecimiento del ingreso –en agricultura, industria y servicios- si bien concede que la apertura al comercio puede crear ganadores y perdedores. Con ello hace una concesión a quienes han criticado sus afirmaciones pasadas de que la liberalización del comercio trae ganancia a todos por igual. Ahora se acepta que esa apertura al comercio “debe estar bien diseñada, poniendo especial atención en las peculiaridades específicas de un país así como en las limitaciones institucionales y otros cuellos de botella, previendo una secuencia de políticas para fomentar la creación de empleo y administrar la pérdida de fuentes de trabajo”.

También se habla en el Informe de la necesidad de administrar con prudencia la apertura de mercados de capital para reducir los riesgos de la elevada volatilidad de las corrientes de capital. Luego se añade: “La inversión directa a largo plazo puede traer externalidades positivas, tales como transferencia de conocimiento, pero las corrientes de capital de corto plazo pueden traer externalidades negativas, en especial volatilidad. Es necesario instrumentar políticas que las aborden por separado”.

Pero los estudios realizados y publicados por el Grupo de los 24 (países en desarrollo dentro del marco del FMI y el Banco Mundial), y algunos otros que están en la fase de elaboración, sugieren que la inversión extranjera directa puede acarrear transferencia de conocimiento (y tecnología) sólo en aquellos casos en que los gobiernos puedan ejercer cierto control y dirección. Y estudios recientes sugieren que ni siquiera provoca acumulación o innovación de capital o tecnología en los países en desarrollo.

Se continúa haciendo una apelación, a nivel más general, a que la acción internacional apoye las políticas y acciones de los países en desarrollo y las economías en transición, en especial de parte de los países industrializados para abrir sus mercados de manera más completa a las importaciones provenientes de los países pobres, especialmente en los sectores de agricultura y manufacturas y servicios con uso intensivo de mano de obra. También reclama más ayuda y financiamiento del mundo desarrollado para el alivio de la deuda a través de la Iniciativa para los Países Pobres Muy Endeudados.

Irónicamente, en coincidencia con la publicación del Informe sobre Desarrollo Mundial, en Londres se realizaban reuniones técnicas entre delegados del FMI y el ministro británico Gordon Brown, presidente del Comité Interino para las reuniones de Praga, sobre la agenda de la Conferencia. Uno de los delgados explicó en privado que se intentará persuadir a los países en desarrollo y las economías en transición de que acepten un aumento de las tasas de interés del FMI, de manera que ese aumento de ingresos pueda ser utilizado para financiar la Iniciativa para los Países Pobres Muy Endeudados.

Una de las preguntas que se formularon en el intercambio con la prensa, se refirió a qué cosas estaba haciendo el Banco Mundial para asegurar que las transnacionales promovieran el desarrollo. Los funcionarios del organismo multilateral y un representante del Consejo de Desarrollo de Ultramar, con sede en Washington, hablaron de los esfuerzos por ofrecer vacunas contra el sida y otras contribuciones de las transnacionales farmacéuticas en el campo de vacunas y medicamentos.

Cuando un corresponsal señaló que eso se trataba de ejercicios de relaciones públicas y que toda su investigación estaba dirigida a resolver problemas de los países industrializados, y no de los países en desarrollo, los funcionarios del Banco hablaron de los crecientes préstamos para educación y salud.

Pero más allá de decir que los préstamos de la Asociación Internacional para el Desarrollo, parte del Grupo del Banco Mundial que presta en condiciones más favorables a los países más pobres, no cobran intereses, los funcionarios no pudieron o no quisieron responder sobre los intereses que se cobran por los préstamos para la prestación de bienes públicos. También admitieron que un problema serio era quién se beneficiaría de las actividades de investigación financiadas con fondos públicos, especialmente en términos de patentes. Nuevamente, no dieron respuestas definitivas sobre las políticas del Banco Mundial en esas áreas.




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