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   No. 110 - Junio 1998
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No. 110 - Junio 1998

Segunda Conferencia Ministerial de la OMC

Se allana el camino a temas nuevos

por Chakravarthi Raghavan

El mandato incluido en el texto de la Declaración Ministerial adoptado por el Consejo General de la OMC, que habla de iniciar un proceso de liberalización del comercio "de bases suficientemente amplias", parece haber allanado el camino para la negociación de temas nuevos. En tal caso, será a costa de los países en desarrollo, que verían nuevamente postergados sus problemas, y seguramente el resultado será más medidas neoliberales contra las cuales manifestaban las organizaciones sociales que rodeaban el edificio donde se celebraba la Conferencia Ministerial. Este artículo es un informe del estado de las negociaciones que el 18 de mayo culminaron en la Reunión Ministerial de la OMC.

La Segunda Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) encomienda el inicio de un proceso que conduzca a la adopción, en 1999, de decisiones sobre negociaciones tendentes a lograr una "mayor liberalización de bases suficientemente amplias para responder a la gama de intereses y preocupaciones de todos los miembros, dentro del marco de la OMC". El texto, cuyo borrador fue negociado informalmente a nivel de los jefes de delegación y formalmente adoptado por el Consejo General el 17 de mayo, es tal que las negociaciones sobre los temas que figurarán en la agenda están impuestas de manera formal en el proceso preparatorio dentro del marco del Consejo General de la OMC.

De hecho, queda claro que la Comisión Europea, que ha estado tratando de iniciar una nueva ronda de negociaciones que se abriría con la próxima reunión ministerial de 1999 -incorporando la denominada agenda incluida de la OMC más los temas nuevos (inversión, competencia, contratación pública) identificados en Singapur y otros que podrían surgir en el proceso preparatorio-, ganó la primera escaramuza.

Un resultado de compromiso

El "resultado de compromiso" que salió de tres días de reuniones informales de algunos jefes de delegación (parapetados detrás de barreras de seguridad, en lo que parecía más una fortaleza con sus puentes levadizos en alto para mantener a raya a unos 5.000 manifestantes) puede ser interpretado como una actitud cerrada en la que no se admite nada ni a nadie.

Los diplomáticos comerciales quizás pudieron argumentar que el comercio y la OMC son un negocio demasiado serio como para dejarlo en manos de los ministros (o los jefes de gobierno), que es mejor mantenerlo dentro del proceso de negociaciones comerciales del Consejo General de la OMC, y que no hay acuerdo para una nueva ronda o una ronda del milenio de temas nuevos y viejos.

En la batalla por el "lenguaje", Malasia, Pakistán y Egipto negociaron arduamente para rechazar algunas de las formulaciones de la Unión Europea, y al final resultó un lenguaje de compromiso. Tal vez recalca lo que el secretario general de la UNCTAD, Rubens Ricúpero, ha estado diciendo a los países en desarrollo durante bastante tiempo: que todas las negociaciones se basan en el poder, y es más fácil alcanzar algo sobre la base de una "agenda positiva" de lo que se quiere, que sobre una agenda negativa de lo que no se quiere. Pero a pesar de los esfuerzos por unirse, todavía los países en desarrollo en la OMC tratan cada uno por su lado de obtener algunos magros beneficios.

Mientras tanto, Ginebra fue escenario de numerosas manifestaciones, la mayoría pacíficas y otras no tanto: algunos manifestantes estropearon o incendiaron automóviles (incluido el del embajador de Jamaica), atacaron un McDonald y algún otro sitio de venta de comida rápida de estilo norteamericano, y pintaron consignas en las ventanas de los bancos.

Los manifestantes y su "fiesta callejera" acapararon la atención y relegaron a segundo plano las celebraciones oficiales que el 18 de mayo quedaron inauguradas con la solitaria participación del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, (¿para evitar aparecer en el mismo estrado con Fidel Castro o los otros líderes del Grupo de los 7?), y que continuaron el 19 de mayo con discursos pronunciados por otros 13 jefes de gobierno.

Atrincherados en la sede de la OMC, los diplomáticos negociaban los puntos de un texto de 11 párrafos que debía ser adoptado por los ministros, incluso los argumentos sobre el crecimiento económico sostenido (sobre el cual insistieron los países en desarrollo) y el "desarrollo sostenible" (en nombre del cual los países desarrollados, poco dispuestos a reducir su propio nivel de consumo, quieren que el mundo en desarrollo siga una vía diferente para salvaguardar la calidad de sus vidas acomodadas).

Pero las barricadas en torno al complejo internacional -tanto el edificio separado que sirve de sede de la OMC (que se enorgullece de no ser parte del sistema de las Naciones Unidas) como el propio complejo de la ONU- eran tales que sólo los que ingresaban con automóviles propios de estilos de vida insustentables y con distintivos especiales podían atravesarlas. Los que utilizaban autobuses u otro transporte "ambientalmente sostenible" tenían que saltar las barricadas para poder entrar.

En general, y alejados de los manifestantes, la policía y algunos soldados conscriptos mostraron cierto sentido del humor en los procedimientos, e incluso ayudaron a quien escribe a sortear las dos filas de barreras de seguridad, levantándolo en vilo para pasarlo de una a otra. Pero otros muchos no tuvieron esa suerte.

Y si bien los organizadores de las manifestaciones habían anunciado públicamente sus planes, semanas y meses antes, en conferencias de prensa y reuniones preliminares realizadas en Ginebra en marzo, y en páginas Web, las autoridades cantonales expresaron su sorpresa por las manifestaciones, pidieron refuerzos y dijeron que la seguridad prevalecería sobre el "acceso" de los participantes.

Una oposición de bases amplias

En un intento de desestimar a los manifestantes y su oposición a la "globalización", al "neoliberalismo" y al "libre comercio de la OMC", una autoridad de la OMC los calificó de fuerzas o voces del pasado, algunos "marxistas, comunistas e izquierdistas".

También los tacharon de ser "una mezcolanza de organizaciones campesinas, estudiantiles y grupos de ocupantes precarios, junto con sindicatos de extrema izquierda", como dijo un periodista del diario The Financial Times, el mismo que se quejó de que los grupos de presión constituidos por las ONG y su "guerra de guerrillas" impidió que la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) pudiera fijar normas de inversión y que en el futuro también dificultarán a la OMC fijar sus normas.

La Acción Global de los Pueblos (AGP) es una coalición amplia integrada por diversos movimientos de base y numerosos activistas de Asia y América Latina que llegaron a la conclusión de que el "diálogo" con la OMC y los ministros de comercio no va a cambiar nada. Pero la oposición a la versión de "globalización" y "orden comercial" de la OMC también la dan ONG antiguas y ya consolidadas -y no tan consolidadas-, ONG ambientalistas y de desarrollo más nuevas que están empezando a cabildear con sus gobiernos e incluso con las empresas locales (no transnacionales) formando coaliciones amplias contra la oligarquía económica del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la OMC.

Fue esta coalición de ONG del Norte y del Sur la que logró superar, por lo menos temporalmente, sus diferencias (sobre cómo proteger el medio ambiente y mejorar las condiciones sociales), y vio el mismo rostro detrás de las propuestas de convertibilidad de las cuentas de capital del FMI, de la liberalización de los servicios financieros de la OMC -que, de hecho, incluye todas las formas de movimientos y derechos de capital- y de los esfuerzos de la OCDE por formular normas para los Derechos de los Inversionistas Multilaterales y sus variantes, y que ahora se une para enfrentarlos.

Más de lo mismo

Recién en el 2000 entrarán en vigor las normas actuales de la OMC dentro de la jurisdicción soberana nacional -que trascienden el ámbito tradicional del comercio de bienes a través de fronteras- y englobarán otras funciones y no funciones del Estado dentro de la economía del país. Esta situación genera movimientos de oposición en el mundo en desarrollo y también en el Norte industrializado. Pretender darle a esos movimientos un barniz marxista o comunista como en la antigua época macartista -y cinco años después de la caída del Muro de Berlín- seguramente no va a tener mucho eco ni va a asustar a la oposición.

Pero que el capital extranjero y las transnacionales obtengan el derecho de entrada y salida del país a voluntad, y que todos los derechos -incluso los derechos de aplicación- estén contemplados en acuerdos internacionales vinculantes que los ponen en superioridad de condiciones con respecto a los nacionales y al capital local, es una situación nueva.

Cuando los negociadores tuvieron que reunirse parapetados en su fortaleza detrás de barreras de guardias de seguridad para salvaguardar los derechos del capital en el quincuagésimo año del sistema multilateral de comercio, y redactaron nuevas normas para los próximos cincuenta años, ¿alguno, por lo menos, avizoró el tipo de mundo en el que viviríamos?, le preguntaron el 17 de mayo en una conferencia de prensa de la reunión preministerial al vocero principal de la OMC, Keith Rockwell. Es una buena pregunta, respondió Rockwell. Y no dio ninguna respuesta.

A pesar de todo, algunos países están empezando por lo menos a poner ciertos reparos, con el argumento de que quieren seguir su propio ritmo y no el marcado por la Unión Europea, Estados Unidos o Japón para conveniencia de sus empresas.

Estados Unidos parece estar detrás de las presiones por una liberalización "de bases amplias", y eso porque el actual proceso sectorial parece beneficiarlo sin tener que dar nada a cambio. Y sin el acuerdo del Congreso sobre un nuevo objetivo de negociación o sin autoridad para la vía rápida, la administración de Estados Unidos no puede dar nada. Tan sólo puede extender sus "manos vacías" abiertas y dispuestas a recibir pero no a dar, con mucha retórica y exhortaciones de acciones valientes, que el presidente Clinton sacó a relucir la noche del 18 de mayo mientras invitaba a la OMC a celebrar su próxima reunión en Estados Unidos.

La Unión Europea ya había hecho saber que quería que esa reunión fuera en julio de 1999, tanto para forzar el ritmo del trabajo preparatorio en el Consejo General de la OMC como para dar inicio a las negociaciones de esa liberalización de bases amplias que pretende que abarque la inversión y su versión de la política de competencia, armando así una armadura de hierro plateado para el orden transnacional neoliberal.

Los argumentos y el resultado en varios sectores tal vez resultan instructivos. Después de haber empezado con una demanda "extrema" de lanzar una ronda del milenio "amplia", la Unión Europea "abandonó" y accedió a una "mayor liberalización de bases suficientemente amplias para responder a la gama de intereses y preocupaciones de todos los miembros". Todo puede entrar en esta figura, especialmente con el enfoque "comercio y"... en lugar del viejo "relacionado con el comercio"...

Se le rindió cierto homenaje a las preocupaciones de los países -sobre todo asiáticos- afectados por la crisis financiera, pero todo quedó en palabras sin contenido. Un párrafo de la declaración dice: "El quincuagésimo aniversario se cumple en momentos en que las economías de algunos miembros de la OMC experimentan dificultades como consecuencia de las perturbaciones de los mercados financieros".

Y ¿cuáles son las soluciones? "Nos valemos de esta oportunidad para subrayar que mantener abiertos todos los mercados debe ser un elemento clave de una solución duradera a estas dificultades".

"Teniendo esto presente", se dice en el texto, "desechamos el recurso a cualquier medida proteccionista y convenimos en colaborar en la OMC, al igual que en el FMI y el Banco Mundial, para mejorar la coherencia de la formulación de la política económica en el plano internacional con miras a maximizar la contribución que puede hacer un sistema de comercio abierto y basado en normas al fomento de un crecimiento estable de las economías en todos los niveles de desarrollo".

Coherencia y transparencia

Los esfuerzos realizados hasta ahora por los gobiernos para tener "coherencia" en los sistemas comercial y financiero, han sido en el sentido de que el FMI y el Banco Mundial utilicen informalmente la experiencia comercial de la OMC para mantener abiertos los mercados de los países en desarrollo en beneficio de las exportaciones de bienes y servicios financieros, de los países desarrollados y sus empresas.

No hay registros, por ejemplo, de que el FMI y el Banco Mundial, más allá de sus declaraciones generales, utilicen específicamente su influencia para abrir los determinados mercados y ciertos sectores de los países desarrollados. Y la única reacción después de la crisis asiática fue hablar de mejorar la transparencia de las actividades de gobierno de los países en desarrollo con relación a las empresas financieras, tanto nacionales como extranjeras.

Como dijimos en el último seminario de la UNCTAD, todos quieren transparencia en las actividades de los demás. Reunirse detrás de barreras de seguridad y volverse inaccesibles -más de lo normal en esas reuniones- no lo es.

Los ministros prometieron en la declaración "considerar" la forma de mejorar la transparencia de las actividades de la OMC. También "reconocen" la importancia de hacer que el público comprenda mejor los beneficios del sistema multilateral de comercio con objeto de crear apoyo al mismo y convienen trabajar en pro de ese fin.

Según la prensa, el director gerente del FMI, Michel Camdessus, habría dicho a líderes religiosos que para que el modelo (neoliberal) de desarrollo del FMI tuviera éxito se necesitaba una generación de sacrificio. La OMC no ha sido tan tonta como para fijar una fecha para el cumplimiento de sus promesas.




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