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Campaña por aire limpio en México ofrece lecciones políticas

Noviembre de 2002

Ciudad de México espera convertirse en la primera ciudad del mundo con un programa propio de acción climática, pero la aplicación de este ambicioso proyecto padece trabas burocráticas y falta de cooperación política.
por Talli Nauman

Ciudad de México — La capital de México, una de las ciudades con peor contaminación aérea del planeta, se dispone a transformarse en el primer centro urbano con su propio programa de acción climática.

El ambicioso Programa de Mejoramiento de la Calidad del Aire del Área Metropolitana del Valle de México 2002-2010, llamado Proaire III, sentará un precedente mundial si logra su objetivo de reducir los gastos de salud a través de la mejora de la calidad del aire.

Cerca de 35 por ciento de los 18 millones de residentes de la Ciudad de México padecen alguna enfermedad derivada de la contaminación ambiental. Según el World Resources Institute, con sede en Washington, cerca de 6.400 personas mueren cada año en el área metropolitana de México por la contaminación de partículas, causada por el polvo de la calle, el hollín de los vehículos, el humo de leña y partículas metálicas.

“Este es un mensaje a tener en cuenta cuando los líderes internacionales buscan consenso para la ratificación del Protocolo de Kyoto sobre el recalentamiento del planeta”, instó Victor Borja, un galardonado investigador científico de la Secretaría de Salud de México y coautor de un estudio sobre el problema.

El control de los gases de invernadero “disminuirá el riesgo de las enfermedades respiratorias o cardiovasculares agudas en los residentes de áreas donde las sustancias contaminantes se emiten más directamente, además de mejorar su calidad de vida”, explicó.

Borja forma parte de un gran equipo interdisciplinario que trabaja en el Programa Integrado sobre Contaminación Aérea Urbana, Regional y Mundial, lanzado en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (Estados Unidos) en 1999 por los químicos Luisa T. Molina y Mario Molina, nativo de Ciudad de México y laureado con el premio Nobel.

Fueron las investigaciones de este equipo sobre Ciudad de México las que constituyeron la base científica de Proaire III, una extensión de dos programas anteriores de corto plazo.

Proaire III requiere 14.700 millones de dólares de inversiones públicas y privadas, por partes casi iguales. Los fondos se destinarían a 89 proyectos para reducir en 18 por ciento las partículas suspendidas derivadas de la quema de combustible de vehículos, en 16 por ciento el dióxido sulfúrico, en 26 por ciento el monóxido de carbono, en 43 por ciento el dióxido de nitrógeno y en 17 por ciento los hidrocarbonos.

“Sólo la reducción de partículas en 10 por ciento podría evitar 2.000 muertes prematuras al año en el área metropolitana”, estimó Mario Molina.

Los niños son uno de los grupos más afectados por la contaminación aérea. Antonio Estrada Garduna, de 11 años, enfermo de asma, aprendió a temprana edad cómo expulsar las flemas que bloqueaban sus vías respiratorias cuando el smog le provocaba una reacción alérgica. Sus accesos de tos aterrorizan a su madre.

“No es un miedo normal. Es realmente un gran miedo”, dijo Rosa María Garduna. “Uno se puede morir por asfixia, contraer neumonía, o ahogarse al tratar de sacar la lengua”.

Personas como Antonio podrían beneficiarse del programa gubernamental. Si se cumplieran las normas federales de calidad del aire sobre partículas y ozono, se ahorrarían 4.000 millones de dólares anuales por muertes, enfermedades, horas de trabajo perdidas y gastos asociados, explicó Borja.

“La salud humana ha sido el centro de estas medidas”, declaró Martha Hilda González, presidenta interina de la Comisión Ambiental Metropolitana, al anunciar Proaire III.

La mitad de las medidas tienen que ver con la modernización del transporte, incluso el reemplazo de una flota de 30.000 viejos microbuses contaminantes por otros nuevos y más grandes, con combustible más limpio. Proaire solicitó a la compañía nacional Petróleos Mexicanos (Pemex) que elaborara gasolina y gasoil con bajo contenido de sulfuro para 2006.

El programa también prevé que las 35.000 fábricas y centrales de energía del valle mejoren su eficiencia y usen combustibles menos contaminantes, como el gas natural. Asimismo, recomienda la adopción de normas por zonas, el control de los asentamientos ilegales, la conservación de los recursos naturales y la educación ambiental en las escuelas.

Borja y otros investigadores de varios países que desarrollaron la base científica del plan pretenden que ella sirva de modelo mundial. “Lo que aprendimos aquí ciertamente puede aplicarse a otros países en desarrollo, y quizá también en Estados Unidos o Europa”, dijo Molina.

Quizá la primera lección sea que aun un programa de calidad del aire con base científica no puede funcionar sin los necesarios mecanismos políticos y administrativos.

“Todo lo que propone Molina ya fue propuesto hace 15 años”, afirmó Iván Restrepo, director del Centro para el Eco-desarrollo, una organización sin fines de lucro. “Lo que precisamos son decisiones políticas, que no se han tomado”, dijo. Por ejemplo, nunca se aplicaron límites a la emisión de partículas ni de sustancias que afectan la capa de ozono.

Además, los tres niveles de gobierno (municipal, estadual y federal) involucrados en la Comisión Ambiental Metropolitana, cada uno administrado por un partido político diferente, tienen problemas de cooperación. Tampoco han aplicado las recomendaciones preliminares del equipo de Molina para superar este problema. El grupo recomendó independizar a la comisión dándole su propio presupuesto, personal y normas, además de aumentar la participación de las partes interesadas.

Así, las instrucciones de la comisión han caído en saco roto.

La secretaria de Ambiente, Claudia Sheinbaum, criticó al departamento federal del Tesoro por no reinstituir un impuesto al combustible previsto por Proaire para financiar el trabajo de la comisión. Además, las autoridades de transporte no fueron integradas al esfuerzo.

Al igual que los funcionarios de gobierno mexicanos, representantes de otros países interesados en aplicar la agenda de salud y ambiente pueden tener en cuenta el mensaje del estudio de Borja.

Simplemente tomando medidas para reducir las partículas contaminantes y el ozono, los países “pueden producir considerables beneficios a la salud pública relacionados con la contaminación aérea”, dice el estudio.

Sin embargo, la experiencia mexicana demuestra que los mecanismos de cooperación política siguen siendo un obstáculo para lograr la implementación. — Third World Network Features (FIN)

Al reproducir este artículo, acredítelo a Third World Network Features y, si corresponde, a la revista cooperadora o agencia involucrada, e inserte el pie de autor. Sírvase enviarnos recortes.

El sitio web de la Red del Tercer Mundo es http://www.twnside.org.sg




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