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Proa al Sur

por Carlos Abin

La XI reunión de UNCTAD en San Pablo y su activo entorno.

Entre el 13 y el 18 de junio últimos tuvo lugar en San Pablo, Brasil, la XI Sesión de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo, conocida universalmente a través de la sigla UNCTAD, que corresponde a su denominación en idioma inglés.

Como reza “El espíritu de San Pablo”, una de las dos declaraciones aprobadas durante las sesiones, “La UNCTAD fue creada en 1964 como una expresión de la convicción de que se requiere del esfuerzo cooperativo de la comunidad internacional para integrar exitosamente a los países en desarrollo a la economía mundial.”

Los dos documentos aprobados –el otro es el “Consenso de San Pablo”-, reafirman algunos conceptos e ideas-fuerza que resultan fundamentales, en especial para los países del sur: la reafirmación del multilateralismo, la ubicación del desarrollo como elemento central de la agenda global, la necesidad de cooperación internacional para combatir el hambre y la pobreza. En particular la afirmación de la centralidad del desarrollo reviste singular importancia, en cuanto implica –y ambos documentos así lo sugieren- de una parte, la responsabilidad de los países centrales en estos procesos y, de la otra, la subordinación de los intereses comerciales y financieros respecto del derecho de los pueblos a alcanzar un desenvolvimiento adecuado para asegurar su bienestar. Las aspiraciones definidas en el Programa de Trabajo resultante de la reunión Ministerial de la OMC en Doha, fueron ratificadas en esta oportunidad en el seno de UNCTAD. En consecuencia, se afirma que “todos los miembros de la OMC están comprometidos en lograr que los resultados de las negociaciones comerciales estén auténticamente en concordancia con las preocupaciones del desarrollo.” En la misma línea, se reconoce que “una mayor coherencia entre los esfuerzos nacionales e internacionales y entre los sistemas internacionales monetario, financiero y de comercio, es fundamental para alcanzar una gobernanza económica sólida.”

Pero el alcance de UNCTAD XI es bastante mayor y el balance resulta francamente favorable a los países en desarrollo que lograron hacer oír su voz y obtuvieron valiosos reconocimientos de sus posturas en la redacción final de las declaraciones aprobadas y firmadas.

Las sesiones se abrieron con un llamado de los líderes de los países en desarrollo a la construcción de una “nueva geografía del comercio”, subrayando el papel de las vinculaciones comerciales y la cooperación en el naciente espacio Sur/Sur. Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas, reclamó un régimen de comercio internacional apto para promover el desarrollo, así como el cumplimiento de la agenda de Doha que, aseguró, “sólo puede ser alcanzado si se garantiza al Sur acceso pleno a los mercados del Norte, y si los subsidios agrícolas son reducidos o eliminados.” Por su parte Julian Hunte, presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas –y ministro de relaciones exteriores de Santa Lucía- luego de criticar las consecuencias de la globalización, subrayó la incertidumbre que reina en el mundo, que atribuyó a dos factores: la falta de progreso en la Agenda de Doha –imputable a la resistencia de los países centrales- y la influencia de las compañías trasnacionales, muchas veces más poderosas que países enteros, y libres de toda responsabilidad y control. Exigió reglas comerciales equitativas, entendiendo por tales aquellas que tienen en cuenta las profundas asimetrías existentes. Sucesivas intervenciones de orientación semejante, fueron dibujando el marco en el que se desarrollarían otros eventos de carácter paralelo e importancia no menor, en particular las reuniones de los países integrantes del G20 y las que tuvieron como objeto el relanzamiento del llamado GSTP que incluye una la convocatoria para una tercera ronda de negociaciones a iniciarse en noviembre próximo.

II. El debate en UNCTAD

El “Consenso de San Pablo” es el documento principal que emerge como resultado de la XI Sesión de UNCTAD. Se trata de un texto extenso (118 parágrafos desarrollados a lo largo de 24 páginas y un anexo) cuyo contenido se centra en el análisis de las políticas y las respuestas deseables en torno a 4 ejes: estrategias de desarrollo en un mundo globalizado; construcción de capacidades productivas y competitividad internacional; aseguramiento de avances en el desarrollo a partir del sistema internacional de comercio y las negociaciones comerciales; cooperación para el desarrollo. En los meses previos los países miembros llevaron a cabo intensas negociaciones para preparar el documento. 18 de esos parágrafos inicialmente proyectados llegaron a San Pablo “encorchetados”, expresando claramente las discordancias entre las pretensiones de los países del Sur y los del Norte. La mayor parte de éstas integraban la parte introductoria o “chapeau” del borrador. Examinaremos a continuación los principales puntos de conflicto, indicando la forma en que fueron finalmente resueltos.

1. Espacio para el ejercicio de la soberanía y desarrollo de políticas autónomas

El punto focal del disenso fue el reclamo de los países en desarrollo de un adecuado “espacio” para llevar adelante sus políticas domésticas de desenvolvimiento, crecientemente restringidas y limitadas por las reglas internacionales. Estos países tienen, además, la común percepción de que el rumbo de la globalización, el estilo de negociación y los objetivos y aspiraciones de los países ricos apuntan a constreñir aún más sus potestades soberanas. Las condicionalidades que imponen el FMI y el Banco Mundial, las presiones hacia una liberalización mayor y hacia formas de creciente apertura comercial, las exigencias en materia de privatizaciones, la insistencia en la ampliación de la agenda de la OMC procurando incorporar al sistema global de comercio actividades que están fuera del ámbito de lo comercial (los temas de Singapur, por ejemplo) resultan índices inequívocos que alimentan esta preocupación. El espacio para el diseño y el impulso de políticas autónomas y soberanas, ya considerablemente formateado por las duras exigencias de la disciplina internacional, respaldadas por un enérgico poder sancionatorio para los infractores, y por lo tanto ya bastante reducido, se ve así amenazado por nuevas restricciones.

El texto finalmente acordado no es el que pretendían los países en desarrollo, pero constituye un avance, especialmente si se considera que la referencia a un “espacio” para la definición e implementación soberanas de políticas domésticas aparece ahora por primera vez en un documento emergente de una conferencia multilateral que involucra a países del Norte y del Sur, como lo es el “Consenso de San Pablo”. El parágrafo 8 establece explícitamente que “Corresponde a cada gobierno evaluar el equilibrio entre los beneficios de aceptar las reglas y compromisos internacionales y el constreñimiento derivado de la pérdida de espacio para sus políticas. Es particularmente importante para los países en desarrollo, teniendo presentes sus metas y objetivos de desenvolvimiento, que todos los países tengan en cuenta la necesidad de un balance apropiado entre el espacio para las políticas nacionales y las disciplinas y compromisos internacionales.”

El valor de esta declaración –quizás el logro más importante obtenido en la instancia- radica en su potencialidad como argumento para los negociadores de los países en desarrollo a la hora de defender su posición y sus derechos, sea ante el Fondo Monetario Internacional, la OMC o los acuerdos bilaterales y regionales.

2. El papel de UNCTAD

Otro punto que generó intensos debates refiere al papel futuro de UNCTAD.

Los países en desarrollo suelen concebir a este organismo como “suyo”, en cuanto su nacimiento estuvo vinculado a las demandas de las naciones más pobres para establecer un sistema de comercio y desarrollo ajustado a sus necesidades. La ralentización del proceso de negociaciones en la OMC –agudizado luego de la Reunión Ministerial de Cancún- parece generar una oportunidad para fortalecer el rol de UNCTAD y abrirle camino hacia un protagonismo mayor, en un ambiente que se percibe como más amigable o beneficioso. Una percepción idéntica, pero de sentido opuesto, mueve a los países del Norte a tratar de minimizar el papel de este organismo, acotándolo a participar en la reforma de las actividades operacionales de las Naciones Unidas, orientándolo a la mejora del sistema de asistencia de éstas a los países pobres en el nivel doméstico y reduciendo de esta forma su participación en las negociaciones comerciales que pretenden mantener con exclusividad y dominancia en el marco de la OMC.

En este aspecto, los países del Sur lograron que el parágrafo 10 del “Consenso de San Pablo” reconociera la responsabilidad especial de UNCTAD en todo lo relacionado con el cumplimiento de las metas internacionales de desarrollo, incluidos los contenidos en la Declaración del Milenio, manteniendo su actual independencia. Se logró de este modo frenar los intentos de marginalizar a UNCTAD en el sistema internacional, y reafirmar su papel de apoyo a los países en desarrollo a través de los tres pilares que definen el perfil especial de este organismo: elaboración de consensos; investigación, análisis y asistencia a los países pobre, y construcción de capacidades para éstos.

3. Buena gobernanza en todos los niveles

Los países ricos han presionado fuertemente la incorporación de este asunto que abarca una amplia gama de cuestiones tales como: políticas económicas consistentes, instituciones democráticas sólidas, libertad, paz y seguridad, estabilidad doméstica, respeto por los derechos humanos, vigencia de la ley, igualdad de género, transparencia etc. Los países en desarrollo en general sospechan –no sin razón- que esta insistencia se explique por el deseo de mantener un conjunto de “argumentos de reserva” que rápidamente pueden transformarse en pretextos o nuevas condicionalidades que afecten las relaciones comerciales y financieras o las inversiones. También señalan la contradicción flagrante entre esta postura –que implica exigencias en el nivel nacional, muchas de ellas de evaluación discutible- y la ausencia de mecanismos democráticos y de transparencia, por ejemplo, en el nivel internacional. Sin contar con las violaciones a los derechos humanos que derivan de las políticas comerciales de los países ricos, de la acción concreta de sus empresas multinacionales, o de los aportes negativos a la paz y seguridad internacionales que pueden atribuirse consistentemente a Estados Unidos.

El texto finalmente aprobado (parágrafo 21) contiene una referencia a la gobernanza en ambos niveles –nacional e internacional- como pretendían los países en desarrollo.

4. Responsabilidad de las trasnacionales

Èstos pretendían que UNCTAD afirmara la responsabilidad de los actores corporativos y su obligación de dar cuenta de sus actividades, –en particular las empresas trasnacionales- en relación al desarrollo de los países receptores, así como la necesidad de mejorar los instrumentos internacionales para incrementar la contribución de las corporaciones al desarrollo. Los parágrafos 45 y 58 llegaron a San Pablo enteramente encorchetados.

El parágrafo 45 asignaba originalmente un rol importante a las corporaciones en materia de transferencia de tecnología, facilitación del aprovisionamiento y acceso a mercados, en el estímulo del desarrollo económico en los países receptores, así como en el apoyo al desarrollo social y ambiental de éstos y la mejora de la competitividad de las empresas domésticas. El parágrafo 58 complementaba este enfoque al disponer que UNCTAD suministrara análisis de políticas a implementar en torno a las formas de contribución de estas compañías al desarrollo de los países huéspedes, teniendo presentes las iniciativas internacionales existentes en la materia, así como los preceptos no obligatorios en materia de buenas prácticas corporativas. Naturalmente, la oposición mayor provino de Estados Unidos y el texto final resultó bastante diluido, reconociéndose solamente que los instrumentos internacionales de carácter voluntario actualmente existentes –que carecen de valor legal y respaldo coercitivo- pueden ser mejorados. UNCTAD queda facultada a estudiar las formas de incrementar las contribuciones de las corporaciones al desarrollo de los países receptores.

5. Coerción económica y aplicación extraterritorial de la ley

Asimismo, los países en desarrollo intentaron introducir otros temas de su interés en los parágrafos 22, 69 y 80, nuevamente con la fiera oposición de Estados Unidos. La pretensión apuntaba a terminar con la utilización continua de los mecanismos de coerción económica y comercial contra las economías pobres, así como suprimir los intentos de aplicación extraterritorial de la legislación nacional norteamericana, en violación de la Carta de las Naciones Unidas y de las Reglas de la OMC. Los resultados alcanzados en relación a esta cuestión son más bien magros y de valor retórico:

El parágrafo 22 urge a los estados en general a evitar la utilización de medidas unilaterales incompatibles con el derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas

El parágrafo 68 finalmente quedó reducido a registrar un inventario –incompleto- de las preocupaciones de los países en desarrollo y las economías en transición respecto a una serie de condiciones y situaciones que afectan su participación en el comercio internacional o implican riesgos o daños significativos para sus frágiles economías. Entre ellas: las barreras comerciales, los subsidios, las medidas que distorsionan dicho comercio, el abuso de las medidas antidumping, las barreras técnicas, sanitarias y fitosanitarias, el empuje de liberalización respecto de manufacturas que requieren trabajo humano intensivo, o respecto del área de los servicios; las dificultades para el movimiento de personas, la falta de reconocimiento de los derechos de propiedad intelectual para la protección del conocimiento tradicional, la transferencia de tecnología y saber, la necesidad de trato especial y diferenciado etc.

Por último, el parágrafo 80 afirma que “El uso de acciones unilaterales inconsistente con las reglas de la OMC pueden tener efectos negativos en los esfuerzos por alcanzar un sistema realmente abierto y no discriminatorio.”

6. Commodities: romper la “conspiración del silencio”

En concordancia con la reciente iniciativa promovida por la Asamblea General de las Naciones Unidas en el sentido de establecer un grupo de expertos independientes para estudiar los graves problemas existentes en relación a los commodities, el Secretario General saliente de UNCTAD, Rubens Ricupero, haciendo uso de la palabra en un evento lateral organizado por este organismo y el Fondo Común de Commodities, Alivio de la Pobreza y Desarrollo Sustentable, bajo la presidencia del Ministro de Agricultura de Brasil, Roberto Rodríguez, anunció que UNCTAD procurará establecer una asociación global en relación a los commodities, bajo la forma de una fuerza de tareas dedicada a este tema, que involucrará a todos los interesados, incluyendo el Fondo Común de Commodities, el Banco Mundial, ITC, ILO, el Secretariado del Commonwealth, el sector privado y los grupos de la sociedad civil. Ricupero dijo que existen diferentes problemas respecto de diferentes commodities, lo que sugiere que no es posible una agenda única ni una receta unívoca de soluciones.

En su alocución, recordó las expresiones del presidente de Francia, Jacques Chirac, quien aludió a una “conspiración del silencio” en relación a los commodities, luego de su fracaso en el intento de impulsar una iniciativa especial al respecto en el curso de la reunión del G8 en Evian. Y agregó que algunos países desarrollados han dicho que no hay nada que hacer en relación a los commodities y que el mercado se hará cargo de los problemas. Cerró el comentario diciendo: “Esto es muy curioso visto que los mismos países están gastando 3 a 4 billones de dólares al año en subsidios para apoyar su producción de algodón. Deberían comenzar por retirar completamente estos subsidios, si realmente creen en lo que dicen.”

Por su parte, Martin Khor Director de la Red del Tercer Mundo afirmó que la crisis de los commodities es probablemente el mayor problema comercial para muchos países en desarrollo. Indicó que entre 1980 y 2000, los precios de los 18 mayores commodities cayeron un 25% en términos reales, con efectos devastadores para las economías pobres. Saludó la iniciativa anunciada por Ricupero, manifestando que confiaba en que UNCTAD asumiera el liderazgo en la materia, estrechamente vinculada a los orígenes del organismo, quien está en condiciones de romper la conspiración de silencio antes referida.

Las negociaciones de acuerdos en materia de commodities dominaron la agenda de UNCTAD en las décadas de los ’70 y ’80, pero muchos de esos acuerdos terminaron colapsando, no a causa de una debilidad intrínseca, sino por el retiro del apoyo político de parte de los países desarrollados. Las políticas de las instituciones de Bretton Woods, presionando a los países en desarrollo a incrementar la exportación de commodities e incluyendo en sus condicionalidades la eliminación de subsidios a la producción doméstica y de controles de mercado, provocó una sobreabundancia de la oferta ambientando una constante declinación de los precios.

Khor propuso un plan de acción para dar solución a estos problemas. Es crucial, afirmó, encontrar maneras de reducir el exceso de oferta y alinear ésta con la demanda, para estabilizar los precios. Reclamó una revisión del posible papel positivo de los acuerdos entre productores y consumidores, y en ausencia de éstos, enfatizó que los productores deberían cooperar entre sí para racionalizar la oferta. Según el Director de la TWN, este tipo de acción encaja perfectamente en la iniciativa de cooperación Sur/Sur, como parte de la “nueva geografía comercial” anunciada por Lula en la apertura de la XI Sesión de UNCTAD. Como parte de este plan de acción, Khor incluyó dos demandas imprescindibles: los países desarrollados deben eliminar lo antes posible los subsidios a la exportación en sus diversas variantes, y terminar con la competencia desleal en materia de commodities; y – al mismo tiempo- las instituciones financieras internacionales deben revisar y modificar sus recomendaciones en el sentido de incrementar irracionalmente la producción y eliminar de sus condicionalidades esta exigencia tanto como la supresión de los controles de mercado por parte de los países pobres.

La decisión de UNCTAD de establecer una fuerza internacional de tareas para estudiar las soluciones a la crisis de los commodities fue incorporada como Anexo al “Consenso de San Pablo”. Esta resolución formal es considerada un paso al frente en sentido positivo, dada la inexistencia en el sistema internacional de mecanismos para discutir la crisis y encarar las formas de darle solución.

II. El espacio Sur/Sur

Aprovechando las condiciones creadas por esta XI Sesión de UNCTAD, y la presencia en ella de numerosos líderes de países “del Sur”, tuvieron lugar también en San Pablo numerosos encuentros entre éstos, signados por la búsqueda de nuevas formas de cooperación y comercio aptas para poner en práctica una lógica de solidaridad Sur/Sur y reducir la dependencia respecto del norte. A través de su presidente, Brasil desempeñó un rol activo en estos emprendimientos, en forma consistente con las políticas que ha venido impulsando Itamaraty, en particular a partir del comienzo del gobierno de Lula.

Los eventos más significativos, en la orientación indicada, incluyen el lanzamiento de una nueva ronda de conversaciones de comercio entre estos países, en particular en el marco del llamado GSTP; la reunión Ministerial del G20 y la reunión Ministerial Especial del G77 + China.

1. Nuevo ímpetu alienta el GSTP

El 16 de junio se llevó a cabo una reunión “lateral” de Ministros de los países miembros del GSTP, lanzando una nueva ronda de negociaciones (la tercera), cuyo inicio fue acordado para noviembre, previéndose que quede completa en un máximo de dos años. Fueron invitados a incorporarse todos los miembros del Grupo de los 77 y China.

El GSTP –cuyas negociaciones comenzaron en Brasilia en 1986 y finalizaron en Belgrado en 1988, entrando en vigor a partir de 1989- consiste en un sistema de preferencias comerciales reservado a los países del Sur, organizando sobre la base de la reducción o supresión de tarifas, no extensible a los países desarrollados y por lo tanto con perspectivas de transformarse en un instrumento eficaz para la progresiva construcción de un sistema comercial Sur/Sur, sin otra participación ni influencia, sin arrestos hegemónicos e inspirado en un criterio básico de solidaridad.

Sus comienzos fueron tímidos, reduciéndose a un intercambio limitado de concesiones acordado con el objeto de facilitar la firma del acuerdo y obtener la necesaria autorización del GATT. De este modo resulta compatible con las reglas de la OMC y perfectamente legal.

Una segunda ronda de negociaciones tuvo lugar luego y concluyó pero nunca entró en vigencia, eclipsada por las promesas de la joven OMC y como consecuencia de los problemas generados por la actitud de los países no desarrollados más poderosos, que pretendieron obtener beneficios excesivos de las concesiones recíprocas intercambiadas por otros miembros, sobre la base de la cláusula de la “nación más favorecida”. Ahora, el acuerdo cobra un nuevo impulso, cuando los efectos de la globalización conducida desde el norte impactan en forma desfavorable e intensa a las economías de los países pobres y motivan a éstos a intentar organizar un sistema más equitativo entre “pares”, al margen o a un lado del sistema hegemonizado por los países ricos.

El proyecto dista de ser insignificante. El comercio recíproco entre los países miembros del GSTP está estimado en el entorno de 2 billones de dólares y comprende aproximadamente el 55% del comercio total de los países en desarrollo, cifras que dan una pauta clara de la magnitud e importancia de esta asociación y de las posibilidades que encierra. A ello se agrega que una exitosa negociación en materia tarifaria podría conducir a un ahorro cercano a los 15.000 millones de dólares, con enormes repercusiones en las economías involucradas.

Como ha señalado Das, las ventajas de este sistema resultan obvias: la reducción de tarifas limitada solamente a otros países en desarrollo otorga ventajas a sus exportadores en relación a los de los países desarrollados que no gozan del mismo beneficio, aumentando su competitividad. Inversamente, los productores –al interior de los países pobres- quedan menos expuestos a la competencia de las importaciones provenientes del norte, que están privadas de estas ventajas. Los países importadores registrarán menos pérdidas por ingresos tarifarios, por la misma razón. Y por último, puede dar lugar a un beneficio adicional, estimulando las inversiones en los países no desarrollados, visto que la producción en éstos dispondrá de un mayor acceso a mercados en otros países en desarrollo.

2. El G20 en acción

Desde su conformación en Cancún, en oportunidad de la frustrada reunión Ministerial de la OMC, más allá de las deserciones de algunos países de América Latina, fruto de la presión política de Estados Unidos, el Grupo de los 20 parece decidido a continuar con su labor y, al hacerlo, se consolida.

El 12 de junio, en San Pablo, prácticamente en vísperas del comienzo de la XI Sesión de UNCTAD, el G20 ofreció una conferencia de prensa. Sus líderes manifestaron que su propuesta en relación al acceso a mercados en las negociaciones de la OMC en materia de agricultura era mucho más adecuada que la formulada por Estados Unidos y la Unión Europea. El canciller brasileño Celso Amorim subrayó que la iniciativa del G20 contiene reglas y excepciones, principios de progresividad y franjas para las reducciones tarifarias, así como excepciones, resultando de este modo mucho más ajustada a la realidad. El enfoque del G20 incluye, como un elemento esencial a tener en cuenta, el tratamiento especial y diferenciado para los países en desarrollo y, en particular, para aquellos con grandes poblaciones rurales. Este aspecto fue marcado expresamente por el Ministro de Comercio de la India, Kamal Nath, quien destacó asimismo que la iniciativa del G20 contiene elementos de proporcionalidad –no de reciprocidad plena-, y progresos sustanciales en materia de apoyos domésticos. Amorim comentó que en relación a este último tema –clave en las negociaciones sobre agricultura en la OMC, y uno de los ítems donde se registra la mayor distancia entre las naciones del norte y las del sur- no han existido hasta ahora avances significativos, ratificando que deben acordarse reducciones sustanciales y progresivas.

La reunión del G20 , de nivel ministerial, culminó con la emisión de un Comunicado en el que se reafirman los principios adoptados por el Grupo para las negociaciones agrícolas en la OMC, sobre la base de mantener los niveles de ambición del mandato de Doha, eje fundamental de la postura que sustenta. El Comunicado Ministerial expresa que cualquier marco de negociación debe ser enteramente consistente con Doha y conducir a modalidades que aseguren “reducciones sustanciales en el distorsionante apoyo doméstico, aumento sustancial del acceso a mercados... así como un calendario para la eliminación progresiva de toda forma de subsidios.”

Agrega luego que la culminación exitosa de las negociaciones es una responsabilidad común de todos los miembros de la OMC, señalando la especial responsabilidad de aquellos que han introducido las distorsiones más graves al comercio agrícola. De este modo, el G20 sale al cruce de cualquier acusación proveniente de Estados Unidos o la Unión Europea que pueda pretender imputarle el estancamiento de tales negociaciones, atribuyéndole intransigencia u obcecación. La respuesta es clara y contundente: se trata de un problema colectivo que debe resolverse entre todos, y donde la carga mayor recae sobre los hombros de los países ricos, cuyas prácticas y políticas en la materia han provocado distorsiones mayúsculas en el comercio agrícola, perjudicando de forma consistente y continua a las economías pobres.

Los Ministros del G20 estimaron que la intensificación del comercio Sur/Sur es una opción prioritaria, subrayando la importancia del relanzamiento del GSTP y haciendo referencia a la idea avanzada por Lula de constituir un área de libre comercio entre los miembros del Grupo.

III – A modo de balance

Los países en desarrollo parecen dispuestos a trabajar intensamente en defensa de sus intereses. Las negociaciones en torno al Alca parecen estancadas por tiempo indeterminado, algo similar ocurre con la OMC y un progresivo enlentecimiento afecta las que vienen llevando a cabo el Mercosur y la Unión Europea –que al presente visualizamos como empantanadas en un marasmo de ofertas recíprocas insatisfactorias-, entretanto, crece la percepción de que en el espacio Sur/Sur, se abren nuevas y promisorias perspectivas.

Los países en desarrollo encuentran nuevas formas de agruparse -el G20, el G90-, o recuperan viejas modalidades de asociación y cooperación -el Grupo de los 77, el relanzamiento del GSTP-; algunos de ellos manejan una agenda múltiple de iniciativas –como ocurre con Argentina y Brasil- entre las que se cuenta la de consolidar y expandir el Mercosur. Están en acción numerosos emprendimientos, que constituyen otras tantas pruebas de esta situación novedosa y alentadora a la vez.

La construcción de espacios de cooperación Sur/Sur, articulados a partir de los problemas y las dificultades comunes, ofrece una perspectiva diferente, en la que el elemento central no está constituido por el afán de acumulación ni por las aspiraciones hegemónicas, sino que discurre a lo largo de un eje más humano y racional: buscar soluciones para los problemas de la pobreza y el hambre, diseñar nuevos caminos hacia el desarrollo, defender las autonomías nacionales y las potestades soberanas, hurtándolas en toda la medida posible a la presión dominante de los países ricos. De alguna manera este conjunto de problemas requiere de soluciones distintas y, sobre todo, reclama el valor de la solidaridad entre los pobres y los subdesarrollados como factor común y compartido. Tal vez pueda ser éste un motor hasta ahora casi inexplorado, capaz de conducir a acuerdos de nuevo tipo, con otra inspiración y con otras finalidades.

Esta posibilidad quedó expuesta con inusual transparencia por el presidente brasileño, Luis Inácio –Lula- Da Silva, uno de los principales animadores de estos procesos de acercamiento y cooperación entre las naciones del Sur. Al dirigirse al Foro de la Sociedad Civil que se cumplió en paralelo a la XI Sesión de UNCTAD, Lula afirmó que Brasil optará por aquellas políticas que defiendan a las naciones más pobres, aún si eso significa que deba pagar precios más elevados por mercaderías producidas en esos países. “Debemos facilitar las cosas de modo que los países pobres puedan vender sus productos”, agregó. Y en una referencia concreta al área regional enfatizó: “Compraremos arroz a Uruguay y mercaderías a Paraguay y Bolivia”

En un esfuerzo por reafirmar el cambio de eje, abrió la puerta para la participación activa de las organizaciones de la sociedad civil: “Si cada entidad, movimiento y organización aquí presente presiona a su propio gobierno o parlamento, podemos transformar la lucha contra el hambre en un problema político, en vez de un problema social. Esta es la acción política que debemos emprender.”

La proa se orienta hacia el Sur. Sin abandonar ningún escenario de negociación los países en desarrollo buscan su propio espacio. Otras reglas, otros objetivos, otros valores y principios alimentarán estos proyectos. “Otras voces” en “otros ámbitos”, comienzan a afirmar su identidad y acentúan su deriva respecto de un sistema global que los victimiza sin piedad, sin concesiones, desde el más acérrimo egoísmo. ¿Estaremos presenciando el nacimiento –vacilante, incipiente, preñado de amenazas y dificultades- de ese “otro mundo” que los Foros Sociales han afirmado porfiadamente como posible?




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