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182 - Julio 2004

América Latina en la UNCTAD XI

Se abre la esperanza de mayor autonomía

por Eduardo Gudynas

Mientras Argentina y Brasil participaron activamente de la UNCTAD XI, y celebraron optimistas el relanzamiento de un acuerdo comercial Sur–Sur, otros gobiernos se mantenían más distantes. La cita de Sao Paulo en junio ofrece posibilidades para lograr una mayor autonomía frente a la globalización, y habrá que ver cuáles países las aprovechan.

América Latina recibió en junio a la Undécima Sesión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD XI). En ese espacio, algunos países renovaron la búsqueda de caminos alternativos ante la globalización y proclamaron la necesidad de mantener sus capacidades en diseñar sus propias estrategias de desarrollo.
En el caso de América Latina, volvieron a observarse las diferentes posiciones de los gobiernos. Pocos presidentes participaron de la cita en Sao Paulo. Algunas delegaciones gubernamentales actuaron con energía empujando la agenda, mientras que otras parecían meros observadores. Por ejemplo, mientras Argentina y Brasil trabajaban empeñosamente tanto en las negociaciones paralelas como en las sesiones propias de la UNCTAD, Colombia y Uruguay observaban desde la distancia.
En el campo de las negociaciones paralelas, el encuentro del Mercosur con los delegados de la Unión Europea no arrojó novedades. Aunque todos repitieron declaraciones auspiciosas, en realidad las conversaciones siguen trabadas frente a la negativa de Brasil de introducir cambios en su legislación y política de desarrollo, y el rechazo de la Unión Europea de mayor apertura en sectores como el agrícola. La marcha de esas negociaciones ya comienza a sentir las tensiones dentro de los dos bloques: algunos gobiernos europeos creen que Pascal Lamy ha ido demasiado lejos en algunas ofertas, mientras Argentina y Uruguay esperan una mayor flexibilidad de Brasil.
El “Grupo de los 20” se mantiene activo, y volvió a ser protagonista en sus reclamos, en especial articulándose por medio de Brasil con la “mini cumbre” ministerial informal que sostuvieron Estados Unidos, la Unión Europea y otras naciones para destrabar las negociaciones en la Organización Mundial de Comercio (OMC). Estados Unidos y la Unión Europea enviaron a sus máximos funcionarios comerciales, Robert Zoellick y Pascal Lamy, pero para participar en esos encuentros paralelos. A los pocos días abandonaron los salones de la UNCTAD y dejaron a representantes de nivel intermedio, aunque al frente de grupos numerosos. Cumplieron un claro papel de vigilantes, cerciorándose que algunos países revoltosos del Sur no fueran a desencadenar una “rebelión en la granja”, y actuando con discreción para dejar languidecer las iniciativas más osadas.
Tanto en estos encuentros paralelos como en las actividades centrales de la UNCTAD XI, Brasil fue un protagonista destacado, con una activa participación del presidente Luis Inácio Lula da Silva, quien ofreció una larga serie de conferencias y discursos en los foros de la UNCTAD, e incluso visitó el encuentro paralelo de las ONG. Frente a los gobiernos, insistió con atacar el problema del hambre y la necesidad de coordinar posiciones entre los países del Sur. Más de una vez proclamó la generación de una “nueva geografía” del comercio, utilizando una figura conceptual que tiene una larga historia pero aplicada en un sentido novedoso que apelaba a la autonomía del Sur. Sin embargo, ese sentido terminó en una cierta confusión cuando Lula llamó a un “Plan Marshall” para los países en desarrollo. Esos claroscuros se repitieron con la sociedad civil, ya que las ONG valoraron la visita de Lula al Foro Ciudadano aunque se sintieron desilusionadas por la falta de propuestas concretas en el discurso del presidente brasileño y sus apelaciones a ciertas formas de caridad empresarial.
Uno de los resultados concretos más esperados de la UNCTAD XI fue el relanzamiento del Sistema General de Preferencias Comerciales (SGPC). Evidentemente, el gobierno de Brasil desempeñó un fuerte papel en promover la iniciativa, con un efectivo apoyo de Argentina como responsable de las negociaciones actuales. En la primera ronda de negociaciones de los años 90 participaron 13 países de América Latina, mientras que en la segunda serie de conversaciones el número fue mucho menor (sólo cuatro, más el Mercosur como bloque).
Aquel SGPC quedó opacado por el fin de la Ronda Uruguay del GATT y la creación de la OMC. Ahora la situación es muy diferente y los países del Sur tienen la posibilidad de reflotar un mecanismo con muchas potencialidades comerciales y políticas. La UNCTAD brindó durante la conferencia en Sao Paulo varias informaciones que dejaban en claro los aspectos comerciales positivos: más del 40 por ciento de las exportaciones de los países en desarrollo se destinan a otras naciones en desarrollo, con una tasa de crecimiento de 11 por ciento anual. La UNCTAD también indica que 27 por ciento del comercio en productos agropecuarios se hace dentro de acuerdo regionales, y lo mismo sucede con 12 por ciento de las manufacturas. El secretario general de la UNCTAD, Rubens Ricúpero, sostuvo que el comercio entre los 43 países del SGPC representan más de la mitad del comercio entre las naciones en desarrollo. Si se instalara una reducción arancelaria a la mitad entre los países del SGPC, se estima que se generarían beneficios por más de 15.000 millones de dólares.
Brasil y Argentina avanzan en fortalecer los acuerdos con varios países vecinos en América Latina, especialmente por la expansión del Mercosur. Esa marcha es trabajosa. Actualmente, el acuerdo con los demás miembros de la Comunidad Andina de Naciones sigue enfrentando algunos problemas, pero sorpresivamente México parece decidido a vincularse al bloque. Paralelamente, se están explorando acuerdo entre países del Sur ubicados en regiones distintas. En enero de este año, el Mercosur firmó un Acuerdo de Comercio Preferencial con India y está en discusión con la Unión Aduanera del Sur de Africa, compuesta por Bostwana, Lesotho, Namibia, Sudáfrica y Swazilandia.
Pero todos los ojos están puestos en China. Tanto el ministro de Economía argentino, Roberto Lavagna, como el canciller brasileño, Celso Amorim, declararon en Sao Paulo que esperaban que el gigante de Asia se sumara al SGPC. Según la reciente evaluación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), apenas 2,7 por ciento de las importaciones realizadas por China en 2001 proceden de América Latina. Pero esa pequeña proporción representa una mercado atractivo para los países latinoamericanos, y especialmente para los países del Mercosur (Brasil concentra 35 por ciento de las importaciones chinas desde América Latina).
Todas las expectativas de crecimiento de ese flujo son auspiciosas, dado que China es la sexta economía mundial y se ha convertido en uno de los principales demandantes de productos básicos. En efecto, ese país compra enormes cantidades de cereales, semillas y frutos oleaginosos, aceite vegetal, azúcar y otros alimentos, varios productos forestales y mineros, e incluso algunas manufacturas. Justamente América Latina tiene una oferta abundante de commodities que pueden ser ofrecidas a China.
Algunos países ya disfrutan del efecto dinamizador de las compras de China. Por ejemplo, China se convirtió en 2003 en el segundo destino de las exportaciones de Brasil, por un valor de más de 3.000 millones de dólares, especialmente por ventas de soja, hierro laminado y autopartes. Relaciones similares, pero con un mayor peso en los productos agropecuarios, se repiten con Argentina, y en general con el Mercosur. En cambio, la situación puede ser más complicada para otros países, especialmente México, ya que existe una mayor competencia entre productos industriales ensamblados que se intentan vender en Estados Unidos. Esta importancia de China explica que en los últimos meses los presidentes de Brasil y Argentina hayan realizado giras político-comerciales en el país asiático, aunque con resultados dispares (Argentina logró avanzar en varios convenios comerciales, pero la visita de Lula quedó opacada por un frustrado intento de acordar la venta de uranio enriquecido).
El relanzamiento de un acuerdo preferencial entre los países del Sur también estaba a tono con una nueva visión “reciclada” presentada por la CEPAL durante uno de los simposios organizados en Sao Paulo. Allí, su actual secretario ejecutivo, el economista argentino José L. Machinea, que fue ministro de Economía en el gobierno de Fernando de la Rúa, cuestionó la proliferación de acuerdos de libre comercio bilaterales. Arguyó que esa tendencia debilitaba a los países de América Latina, que en realidad debían fortalecerse en primer lugar como bloque latinoamericano. Es un cambio de posición importante, en parte inesperado, y que estuvo a tono con el optimismo que se vivía en la UNCTAD.
Mientras la OMC sigue empantanada, la UNCTAD XI terminó con un cierto tono optimista por la posibilidad de fortalecer el comercio entre los países en desarrollo. En ese camino, las negociaciones serán únicamente entre países del Sur. Frente a ese desafío resuena la advertencia de Ricúpero: “¿Si no podemos negociar entre nosotros, cómo podemos pensar en hacer negociaciones con otros bloques?”.

--------------- Eduardo Gudynas es analista en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad América Latina). Informes completos sobre UNCTAD XI disponibles en www.integracionsur.com

Participantes latinoamericanos del SGPC (incluye la fecha de ingreso)

Argentina (2 de marzo de 1990) Bolivia (16 de agosto de 1989) Brasil (25 de mayo de 1991) Chile (28 de octubre de 1989) Colombia (2 de agosto de 1997) Cuba (19 de abril de 1989) Ecuador (17 de mayo de 1990) Guyana (4 de mayo de 1989) México (13 de mayo de 1989) Nicaragua (3 de mayo de 1989) Perú (19 de abril de 1989) Trinidad y Tobago (8 de diciembre de 1989) Venezuela (20 de enero de 1999)

Participates latinoamericanos en la segunda ronda del SGPC

Colombia Cuba Ecuador Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay, y Uruguay) y Perú.




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