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Acuerdo de Inversiones Uruguay-Estados Unidos

por Carlos Abin

Se negocia a toda prisa y en secretro.

Montevideo, 6 de setiembre (TWN) - Ha trascendido que Uruguay está negociando a marchas forzadas el Acuerdo referido. Como de costumbre, las negociaciones transcurren en el más hermético secreto. Varios legisladores de la oposición disponen de información acerca de ellas, filtrada desde fuentes ministeriales –el secreto rara vez logra ser total. Pero no se ha podido obtener ningún dato oficial acerca del estado de las negociaciones, ni del contenido de éstas. Ni hablar de una copia de los borradores. Desde el exterior, numerosas fuentes confirman la información. Algunas señalan incluso que se pretende alcanzar el texto definitivo y firmarlo en la primera quincena del corriente mes de setiembre.

Dado que no conocemos el texto del Acuerdo, no nos queda otro camino que el de calcular su contenido. La matriz que habitualmente utiliza Estados Unidos para estos acuerdos en materia de inversiones, es de sobra conocida. Está consagrada a texto expreso en el capítulo XI del Nafta o TLCAN, copiada de éste en los borradores del –por ahora- frustrado Alca, repetida en el TLC suscrito con Chile. Las líneas maestras coinciden en uno y otro caso y apuntan a otorgar la máxima libertad a los inversores, prácticamente sin ninguna contrapartida.

Las reglas que se reiteran mecánicamente en todos los casos incluyen el “trato nacional”, la cláusula de “nación más favorecida”, las nuevas definiciones de “expropiación” e “inversión”, la solución de conflictos estado-inversor mediante la intervención de tribunales privados (al margen de los tribunales de justicia nacionales e internacionales), las garantías de inmunidad total respecto de cualquier política estatal selectiva, restrictiva o regulatoria (nacional o municipal), la eliminación de los llamados “requisitos de desempeño” (cuotas mínimas de exportación, porcentajes de contenido material o mano de obra nacional, preferencias para insumos producidos en el país o los servicios prestados por empresas nacionales, proporción entre los volúmenes de importación y exportación, obligaciones de transferencia de tecnología etc), a lo que se suma la más amplia libertad en la movilización de capitales y en particular respecto de la repatriación de utilidades.

Desgraciadamente, no hay ninguna razón para pensar que el Acuerdo Bilateral que hoy se negocia entre Uruguay y Estados Unidos tendrá un contenido demasiado diferente del expuesto.

La celebración de un tratado con estas características tiene –entre muchas otras consecuencias ominosas- el efecto de organizar una sólida “cabeza de puente” para el desembarco de las grandes corporaciones norteamericanas no ya en Uruguay, sino en la región. Nuestro país forma parte del Mercosur, y de este modo, la vía queda abierta hacia el gran espacio regional. El hecho no es desconocido por nuestros vecinos, que han hecho pública su preocupación al respecto, en especial por parte de la cancillería brasileña.

La única alternativa defensiva que un acuerdo de tales características deja a nuestros socios en el proceso de integración consiste en excluir a Uruguay del Mercosur o limitar seriamente su participación en él.




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