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Tendencias / Desarrollo


Nº 186 - Noviembre 2004

Cultura, globalización y desarrollo humano.

por Rocío Lapitz

El nuevo Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD enfatiza la necesidad de preservar la diversidad cultural y la importancia de la libertad en el plano de la cultura. Sólo cinco países califican con desarrollo humano alto, mientras que el resto se encuentra en la categoría de desarrollo medio.

El Informe sobre Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que este año fue titulado “La libertad cultural en el mundo diverso de hoy”, fue presentado a mediados de julio en Bruselas. El Informe de Desarrollo Humano se basa en cuatro pilares: vivir una vida larga y saludable, disponer de educación, tener acceso a los recursos necesarios para disfrutar de un nivel de vida digno, y participar en la vida de la comunidad. Se defiende la idea que la libertad cultural debe ser reconocida como uno más de los derechos humanos básicos, además de ser un requisito fundamental para alcanzar un desarrollo pleno en la sociedad.
La clasificación que el PNUD hace de los derechos humanos se basa en cinco categorías: civiles, culturales, económicos, sociales y políticos. Buena parte de ellas han recibido mucha atención, aunque la dimensión cultural ha permanecido casi excluida de los debates, y por esa razón fue tomada como tema central del informe anual.
“Si el mundo desea lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio y erradicar definitivamente la pobreza, primero debe enfrentar con éxito el desafío de construir sociedades inclusivas y diversas en términos culturales; eso no sólo es necesario para que los países puedan dedicarse a otras prioridades, tales como el crecimiento económico y la prestación de servicios de salud y educación para todos los ciudadanos, sino porque permitir la expresión cultural plena de toda la gente es en sí un importante objetivo del desarrollo”, explica M. Malloch Brown, uno de los autores del informe.
El informe sostiene que “todo individuo tiene derecho a mantener su identidad étnica, lingüística y religiosa, y que la aplicación de políticas que a la vez reconozcan y protejan estas identidades es la única manera sostenible de conseguir el desarrollo en sociedades diversas”. Se entiende a la libertad cultural como una ampliación de las opciones individuales, y no como una preservación de valores o prácticas como un fin en sí mismo “con una lealtad ciega hacia las tradiciones”.
El informe, que contó con la participación de varias personalidades mundiales entre las que se encuentran el premio Nóbel de Economía indio Amartya Sen, el premio Nóbel de la Paz y ex presidente de Sudáfrica Nelson Mandela, y el presidente de Afganistán, Hamid Karzai, hace un fuerte llamado al respeto de la diversidad. El no aceptar las diversidades culturales, y creer que las demás sociedades deben respetar los mismos valores y creencias, ha llevado a una gran inestabilidad social, tanto al interior de los estados como entre los países. En el informe se hace referencia a alguno de estos hechos sucedidos en 2003. La violencia étnica que destruyó cientos de hogares y mezquitas en Kosovo y Serbia, la ola de crímenes motivados por el odio contra inmigrantes de Noruega, el asesinato de miles de musulmanes y la expulsión de otros debido a la violencia sectaria en India son algunos ejemplos.

La situación de América Latina

Una sección importante del informe es la presentación del Índice de Desarrollo Humano, el cual evalúa diferentes variables que permiten acercarse más a una evaluación amplia y multidimensional de la calidad de vida y el desarrollo, que los indicadores tradicionales basados en variables económicas, como el ingreso per capita.
Muchas veces se ha insistido en estudiar el desarrollo de las comunidades basándose en el ingreso, es decir midiendo el PIB per capita, sin considerar que el verdadero desarrollo de las personas se da cuando se mejora su bienestar. Es por ello que si bien el ingreso monetario es un dato importante, es parte de otra cantidad de variables que permiten medir el bienestar de los individuos. No es más que un medio para alcanzar la meta de mejorar el bienestar de la sociedad.

Cuadro 1. Posiciones de los países de América Latina en el Índice de Desarrollo Humano 2004

Posición País IDH 34 Argentina 0,853 43 Chile 0,839 45 Costa Rica 0,834 46 Uruguay 0,833 53 México 0,802 61 Panamá 0,791 67 Suriname 0,780 68 Venezuela 0,778 72 Brasil 0,775 73 Colombia 0,773 85 Perú 0,752 89 Paraguay 0,751 100 Ecuador 0,735 103 El Salvador 0,720 104 Guyana 0,719 114 Bolivia 0,681 115 Honduras 0,672 118 Nicaragua 0,667 121 Guatemala 0,649 Promedio América Latina 0,777

El Indice de Desarrollo Humano (IDH) estudia tres dimensiones diferentes: vivir una larga vida y saludable; disponer de educación; y tener un nivel de vida digno. Para ello combina medidas como: esperanza de vida al nacer, matriculación escolar, alfabetización, y PIB per capita. El IDH toma valores de 0 a 1, y se subdivide en tres fracciones: los países con alto, medio y bajo índice de desarrollo humano.
Analizando los últimos datos presentados del IDH se puede ver que el promedio de América Latina y el Caribe es de 0,777. El país con mejor posición en América Latina es Argentina, que está en el puesto 34. Se califican como países de desarrollo humano “alto” a los que presentan un valor entre 0,800 a 1, entre 0,500 y 0,799 se considera que son países con un desarrollo “medio”, mientras que se identifican como países con un “bajo” índice de desarrollo a los que muestran menos de 0,500.
En América Latina y el Caribe sólo cinco países son calificados con un desarrollo humano “alto”: Argentina, Chile, Costa Rica, Uruguay y México. Mientras que los restantes países entran en la categoría de desarrollo humano “medio”, y ninguno aparece en la categoría de “bajo” desarrollo.
Una manera de realizar una evaluación de la situación de los países latinoamericanos es analizar las variables más importantes que componen el IDH. Si analizamos la esperanza de vida al nacer, la tendencia de los países desde 1997 a 2002 ha sido constante, siendo Costa Rica el país con mayor esperanza de vida al nacer (78 años), mientras que Guyana (63,2 años) y Guatemala (63,7 años) mantienen la menor esperanza de vida en América Latina. El promedio latinoamericano es de 70,5 años.
Si comparamos el Índice de Educación (Figura 1), el cual se basa en la tasa de alfabetización de adultos y la tasa combinada de matriculación en primaria, secundaria y terciaria, vemos que el nivel promedio de los países latinoamericanos es de 0,86. En este caso, el mayor puntaje lo tiene Uruguay (0,9 puntos), mientras que el nivel más bajo lo tiene Guatemala (0,65 puntos). Esto muestra que las diferencias entre países son muy notorias.
Pero sin lugar a dudas la variable que mayores diferencias presenta entre países es el PIB per capita (Figura 2), con ingresos muy dispares entre países. El promedio para América Latina y el Caribe fue de 7.223 dólares anuales. El país con mayor ingreso per capita fue México con 10.920 dólares anuales, seguido por Argentina (10.880 dólares anuales). Pero esta información no dice nada respecto de la distribución del ingreso en esos países. Por otra parte, el país con menor PIB per capita fue Bolivia, con 2.460 dólares al año.
Teniendo presente estas diferentes dimensiones quedan en evidencia que los énfasis en una u otra medida tienen resultados muy diferentes. Por ejemplo, si el análisis de desarrollo humano se basara únicamente en el valor del PIB per capita, se calificaría a México como el país con mayor grado de bienestar de su población, con una diferencia marcada frente a Uruguay y Costa Rica. Sin embargo, en la evaluación más amplia que permite el IDH se observa que México se encuentra en la posición número 53, muy por debajo de Uruguay y Costa Rica. Por ejemplo, analizando el PIB per capita de cada país en el tiempo se verifica un gran descenso en Chile a partir de 1998, sin embargo ha mantenido una tendencia ascendente en el IDH.
Más allá de los cuadros, y lo que a través de ellos se puede analizar, es importante recalcar el hecho de que el bienestar de una sociedad va más allá de lo que los ingresos parecieran marcar. Es evidente la relación entre el incremento del PIB y el desarrollo humano, pero éste es sólo una parte del bienestar de una sociedad.

Globalización y desarrollo

Esta diversidad de situaciones en América Latina deja en evidencia uno de los resultados de los actuales procesos globalizadores. En efecto, en el propio Informe se hace referencia a la globalización de la sociedad y “las asimetrías de poder que ella conlleva”. Las sociedades continuamente tienden a enfrentarse, la intolerancia a las diferencias culturales hace que los estados se dividan tanto en su interior como entre ellos. “Para construir sociedades humanas y justas, es necesario entender cabalmente la importancia que reviste la libertad en general, y más específicamente la libertad cultural, lo que a su vez implica que es necesario asegurar y ampliar de manera constructiva las oportunidades de las personas para escoger el modo de vida que prefieran y considerar otros alternativos. Dentro de estas elecciones, las consideraciones culturales ocupan un lugar preponderante”.
En informes de años anteriores se han identificado como desafíos centrales para alcanzar un nivel aceptable de desarrollo humano el mayor acceso a la salud y la educación, un crecimiento económico propicio para los pobres, una mejor y más equitativa distribución del ingreso, y la democratización. Sin embargo, las personas también deben tener la libertad de mantener sus identidades, gozar del respeto de los demás y vivir con dignidad. Todos deben tener el derecho de escoger a qué grupo pertenecer y en qué sociedades integrarse, sin ser discriminados, claro está que sin alterar los derechos de los demás individuos.
El informe 2004 hace un llamado a los gobiernos sobre la libertad cultural, ya que la democracia y el crecimiento equitativo “no son suficientes para acoger las crecientes demandas de inclusión social y de respeto por la etnia, la religión y la lengua materna”. Enseguida se advierte que “también se requieren políticas multiculturales que reconozcan las diferencias, defiendan la diversidad y propicien la libertad cultural a fin de permitir que todos tengan la opción de comunicarse en su propia lengua, practicar su religión y participar en la formación de su cultura, es decir, que todos tengamos la libertad de escoger quienes somos”.

------------ Rocío Lapitz es analista de información de D3E (Desarrollo, Economía, Ecología y Equidad).




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