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Instituciones Financieras Internacionales


Nª202 - marzo 2006

Mercosur: cambia el patrón de endeudamiento

por Paola Visca

Argentina y Brasil han saldado sus deudas con el FMI por medio de mecanismos que han generado una fuerte controversia, entretanto, Uruguay emite bonos de nueva deuda. En los tres casos hay una intención de distanciarse del FMI, pero se mantiene la presión de la deuda externa bajo nuevas condiciones y formatos.

En los últimos tiempos, tres de las economías del Mercosur han sido noticia por las decisiones de los gobiernos de modificar parte de sus deudas con el exterior. Brasil, Argentina y Uruguay, cada uno con sus razones y sus criterios económicos y políticos, han realizado operaciones de deuda de distinta importancia y de distinta naturaleza. Los diversos caminos incursionados por los tres países muestran más las diferencias políticas que las económicas, y los posibles rumbos de cada economía de aquí en adelante.

Brasil

El primer hecho que sacudió al mercado financiero internacional fue el anuncio de Brasil de liquidar su deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI), a mediados de diciembre de 2005. Esta iniciativa tomada por Brasilia hizo que el país desembolsara la elevada cifra de 15.500 millones de dólares, gracias a una política de austeridad fiscal y sucesivos superávit primarios obtenidos por el gobierno de Lula durante los últimos años. Es por esto que la noticia fue tomada muy positivamente por los analistas internacionales, como señal de fortaleza financiera (y comercial) del más grande de América del Sur. Brasil ya no necesita los préstamos del organismo, ya que con 67.000 millones de dólares en reservas ha podido saldar la mencionada deuda y ahorrarse unos cuantos millones por concepto de intereses.
Parecería que Brasil logró un importante objetivo: durante toda la administración Lula se tomaron las medidas convenientes para llegar a esta meta. A través del impulso exportador de productos agropecuarios, especialmente carne y soja, el gobierno se fue haciendo de excedentes de reservas que posibilitaron años más tarde terminar con su condición de deudor del FMI.
Sin embargo, esto que puede ser tan bienvenido por los expertos de las finanzas es la culminación de un proceso no necesariamente aplaudido por la población. Es que el camino para terminar con el FMI incluyó severas restricciones, especialmente en los gastos sociales y ambientales. El crecimiento del mercado interno se desaceleró, al tiempo que las tasas de interés se mantuvieron siempre elevadas, alcanzando casi 20 por ciento. Esto ocasionó que la inversión se redujera y que el superávit comercial se convirtiera aparentemente en la única preocupación del gobierno. Pero los frutos del auge exportador no se vuelcan instantánea ni automáticamente a la sociedad, menos cuando se controla a rajatabla el gasto público. Es visible que tampoco constituye prioridad para el gobierno el tema ambiental. Basta observar los problemas con la deforestación, el avance de la soja transgénica o los impactos ambientales urbanos.
La actitud del gobierno brasileño hubiera sido la esperable de un gobierno conservador. Es irónico que un gobierno que se autodefine de izquierda se haya despachado con una actuación digna de los mejores pupilos de la escuela neoclásica, no sólo en cuanto al resultado obtenido, sino también al procedimiento.

Argentina

La noticia, apenas unas horas después, de que Argentina haría lo mismo que su vecino era tal vez menos esperada por el mundo financiero. Argentina no sólo tiene una imagen menos favorable en los mercados internacionales, sino que el gobierno de Néstor Kirchner ha sido muy crítico y contrario a las recetas y mandatos del FMI. Precisamente éste fue el argumento que utilizó el presidente argentino al justificar la decisión de cancelar su deuda de más de 9.000 millones de dólares con el organismo multilateral: que se obtendría más autonomía para el rumbo económico del país, sin los controles del FMI sobre la política económica.
Esta decisión produjo opiniones encontradas. Hubo quienes festejaron la supuesta independencia que implicaría la cancelación del pago, como aquellos que sostuvieron que el fenomenal volumen de reservas que se estaba desembolsando podría ser usado para otros fines, y que la actitud del gobierno convierte al FMI en un organismo privilegiado.
El resultado fue el mismo que en el caso brasileño, la cancelación de la deuda, pero los motivos y medios fueron otros. Brasil había recorrido una senda que, sin demasiada sorpresa, le permitía concluir con sus compromisos con el FMI. Argentina, en cambio, tuvo que realizar un esfuerzo mayor para obtener las reservas necesarias, en su mayoría del Banco Central de ese país, pero también de otros acreedores como Venezuela y España. Es que su objetivo era más bien político: aprovechar el antecedente brasilero para ponerle fin a una relación tumultuosa deudor-acreedor, constantemente criticada por Kirchner, quien siempre sostuvo no estar de acuerdo con las recetas del FMI.
Sin embargo, pese a estas notorias divergencias entre los mandatarios, la política interna de ambos gobiernos, especialmente social y ambiental, es más cercana que sus respectivos discursos. No han demostrado en las medidas políticas su preocupación real por los problemas de pobreza y exclusión, aunque han estado presentes en sus discursos. No obstante, la actitud del presidente argentino de no dar demasiada importancia al actual proceso inflacionario (todavía incipiente) podría interpretarse en el sentido de tratar de no desacelerar la economía y lograr mejores condiciones de vida en la población. El problema de este tipo de medidas es que en el mediano plazo puede conducir a un espiral inflacionario de precios y salarios que sería contraproducente para la economía en su conjunto, empezando por la desvalorización de la moneda. Entonces es en la economía “real” y no monetaria donde habría que intentar soluciones para de una vez empezar a revertir la situación de pobreza por la que atraviesan millones de personas en ambos países. La generación de empleo es una forma muy eficaz de apuntar a la mejora en las condiciones de vida de la sociedad.
Si consideramos la otra cara del pago por adelantado de Argentina y Brasil al FMI, surge que esto no sería tan positivo para el organismo desde el punto de vista de sus propias finanzas. Por irónico que parezca, el propio presidente del FMI, Rodrigo Rato, ha reconocido que el panorama no es demasiado auspicioso después de los desembolsos de dos de los más grandes deudores del organismo. Es que al cancelar sus deudas millonarias, Argentina y Brasil dejarán de deberle al FMI unos 1.740 millones de dólares por concepto de intereses, dinero con el cual el organismo contaba al proyectar su economía. El ajuste podría implementarse por el lado de sus 3.000 empleados, que gozan de altos salarios y beneficios.

Uruguay

La más reciente novedad en materia de deuda en la región la protagonizó Uruguay, al colocar el mayor monto de bonos de su historia. En una operación que fue catalogada de exitosa no sólo por el gobierno sino también por especialistas internacionales, ya que el país consiguió 500 millones de dólares por el bono global 2002. El destino de tales papeles fue de 97 por ciento para inversores internacionales y sólo tres por ciento quedó en el país. Las autoridades estaban más que satisfechas, ya que en un principio pretendían colocar 300 millones, pero la demanda por los títulos uruguayos fue tan elevada que se amplió la oferta a 500 millones. Una ventaja que se le reconoce a la operación es el relativo bajo costo financiero del endeudamiento, ya que el gobierno aprovechó las actuales condiciones favorables del mercado.
Si bien éste aparece como un movimiento bastante diferente al que realizaran sus socios en el Mercosur Argentina y Brasil respecto a la deuda, no quedó fuera de las especulaciones el que Uruguay aprovechara el ingreso de reservas para adelantar pagos al FMI. Aunque una vez más las opiniones al respecto están divididas, es una posibilidad bastante factible. El gobierno pretende tener ese dinero como reservas en caso de que la situación de liquidez internacional varíe, pero pagarle al FMI es una de las opciones a la hora de su utilización. Claro que, en caso de que el país se decidiera por este camino, no podría repetir lo hecho por sus vecinos. Uruguay tiene una relación deuda-producto tan elevada que no podría afrontar la totalidad de sus débitos. Y la mayoría de esa deuda es con el FMI. Pero lo interesante es la intención de avanzar en ese camino, es decir, aunque no se pueda cancelar la deuda, al menos adelantar lo que se pueda.
Dada la abultada relación deuda-producto, los intereses que Uruguay se ahorraría serían considerables.
Estos hechos nos hacen pensar si las similitudes en las decisiones tomadas por los gobiernos son mera coincidencia. Parecería que, más allá de las diferencias entre ellos, existe una intención de los países de tomar cierta distancia de los organismos multilaterales de crédito, en este caso el FMI. Sea por motivos políticos o económicos, independencia o ahorrar intereses, la importancia del organismo multilateral en las economías está disminuyendo, luego de haber tenido un intenso protagonismo en las crisis de comienzos de la década.
Es una realidad que últimamente varios países de la región han incurrido en endeudamientos diferentes a los del FMI, ya sea el propio Banco Central, como en el caso argentino, o acreedores privados, como en el uruguayo. También hay una tendencia a emitir bonos en moneda nacional para mercados externos, lo que han aprovechado Uruguay y Brasil, Este tipo de operación les permite endeudarse de manera de evitar el riesgo de devaluación y que esto cambie el peso de la deuda.
Habrá que esperar para saber cómo se desarrollarán en los próximos años los procesos fiscales de estos países y su sostenibilidad. Mientras tanto, esperemos que estos caminos que llevan a mayor independencia económico-financiera de los países de la región conduzcan a mejores y más efectivas políticas de desarrollo, y que el crecimiento que se ha alcanzado en los últimos años sea capitalizado en mejorar las condiciones de vida de la población.

----------- Paola Visca es analista de información en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad – América Latina): www.economiasur.com




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