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   No. 161 - Octubre 2002
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No. 161 - Octubre 2002

El caso de Indonesia

De cómo vivir sin el FMI: un ejercicio de imaginación

por Juergen Kaiser

En lugar de contraer nuevos préstamos con los organismos multilaterales para pagar los anteriores, Indonesia –y otros países endeudados- bien pueden romper ese círculo vicioso del servicio de la deuda emprendiendo un proceso de reestructura ordenada de la misma. El autor sostiene que convendría que los gobiernos pagaran tributo a los magros resultados del Fondo Monetario Internacional (FMI) como consultor económico y buscaran formas alternativas de organizar su economía.

El ministro de Estado del Plan de Desarrollo Nacional de Indonesia, Kwik Kian Gie, no es el primer político influyente de un país del Sur en sugerir que en realidad a su país le iría mejor sin el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Desde Alan García en Perú hasta Kenneth Kaunda en Zambia, y más recientemente Olusegun Obansanjo en Nigeria, estadistas y gobernantes del Sur han señalado con el dedo –por razones honestas o por razones de alguna forma menos honestas- a los "colonialistas de Washington" y dieron a entender que sus respectivos países estarían mucho mejor solos. Sin embargo, cometieron el mismo error fatal, que muy pocos de sus colegas –el primer ministro de Malasia, Mahathir Mamad, fue uno de ellos-, lograron evitar: se enfrentaron, lanzaron una proclama contundente y luego esperaron que el cielo cayera sobre sus cabezas. No dieron el paso decisivo, de la misma manera que nunca respondieron a la pregunta clave: de dónde vendría el dinero que necesitaban una vez que el personal del FMI hubiera desalojado sus oficinas de los ministerios de Hacienda.

Un camino alternativo

El FMI pone gran esfuerzo en convencer a los gobiernos que sin el sello de aprobación de ese organismo no hay ningún futuro económico. Paradójicamente, cuanto más endeudado esté un país se cumple lo contrario. ¿De dónde podrían provenir los fondos? De los pagos del servicio de la deuda que un país ahorra una vez que los suspende.

De hecho, Indonesia, como la mayoría de los países muy endeudados, produce un excedente primario; por ejemplo, dejando de liquidar los intereses, el gobierno central recibe más dinero del que paga. En el presupuesto del año 2002, el excedente asciende al equivalente de unos 5.300 millones de dólares. El pago de intereses internos de alrededor de 59.600 billones de rupias (6.500 millones de dólares) y el pago de intereses externos de aproximadamente 3.000 millones de dólares convirtió el excedente en un déficit de 4.200 millones de dólares. Son los intereses de la deuda interna y externa lo que obliga a la administración a buscar nuevos préstamos en el interior o -en gran medida- fuera del país. Esto es así no sólo para Indonesia. Se ha cumplido hasta hace muy poco incluso para un caso de insolvencia tan rotunda como el de Argentina.

Así que, en primer lugar, si el gobierno desea volver a equilibrar las finanzas públicas, recibir préstamos nuevos para pagar los anteriores es una solución viable únicamente si se asume que el país tendrá tasas de crecimiento excepcionales. Es verdad que han sido proyectadas por el Banco Mundial en una serie de diagnósticos, pero desde el estallido de la crisis nunca se concretaron.

Por eso, convendría que los gobiernos pagaran tributo a los magros resultados del FMI como consultor económico y buscaran formas alternativas de organizar su economía. Sin embargo, si un gobierno realmente tomara esa iniciativa sería necesario que al mismo tiempo hiciera algunas cosas. Por ejemplo:

* Necesitaría presentar una propuesta viable en cuanto a cómo resolver su deuda externa e interna. Debe proponer una regulación adaptada a las necesidades y capacidad de servicio de la deuda del país. Esto necesariamente pondría la carga en los acreedores externos, incluidas las instituciones financieras internacionales; sin embargo, el país necesita además hacerse cargo de las dificultades internas. Los acreedores internos, entre ellos los bancos que disfrutan de ingresos bastante seguros y libres de riesgos, tendrían que sufrir ciertos recortes.

* Debe trabajar en pro de un contexto de acción justo y transparente en el cual podría poner en práctica una solución que tenga la posibilidad real de contar con el consentimiento general –si bien a veces a regañadientes- de los acreedores. El elemento más importante de esto es una institución imparcial que haría de árbitro entre Indonesia y sus acreedores sobre la base de una evaluación igualmente imparcial de la situación económica del país.

Uno de los resultados más importantes de un procedimiento imparcial sería el incentivo clave para que los acreedores privados (y algunos oficiales) se unieran en una solución de largo alcance de ese tipo: la perspectiva de encontrar en Indonesia un nuevo socio que sea viable desde el punto de vista financiero, y de esa manera contar con un ámbito de inversión. Contrariamente al argumento preferido esgrimido por los acreedores de que la cancelación de la deuda aislará al deudor de los mercados financieros, un corte drástico de ese tipo, tanto para los acreedores privados como públicos, restaura regularmente el acceso del deudor a los mercados de capital.

¿Indonesia puede encontrar un camino alternativo?

La respuesta es doblemente afirmativa, por dos razones muy diferentes. La primera es que, en realidad, no hay alternativas para otro enfoque, a menos que el país esté preparado para embarcarse en una serie sin fin de reprogramaciones con sus acreedores externos, y para sufrir conmociones financieras internas cuando tenga que incumplir selectivamente algunos de sus compromisos internos -y tenga que decidir cuáles sí y cuáles no- o cuando trate de saldar su deuda en rupias dando inicio a una espiral inflacionaria.

En 2004, el servicio de la deuda interna aumentará a aproximadamente 80 billones de rupias (7.000 millones de dólares) y a partir de entonces quedará en ese rango durante unos 10 años. En la medida que el servicio anual de la deuda externa también aumentará a más 5.000 millones de dólares a partir de 2005, no hay forma de que la economía indonesia produzca la cantidad de ingresos suficientes como para solventar ese enorme pago a los dueños de capitales internos y externos.

Nadie en la administración tiene la respuesta clave en cuanto a de dónde podría provenir realmente el dinero. Si el gobierno desperdicia el precioso tiempo que ganó en las últimas reprogramaciones del Club de París y de Londres en inútiles intentos de alcanzar las extraordinarias tasas de crecimiento exigidas por los organismos financieros internacionales y en una retórica ocasionalmente dura, se encontrará bastante desarmado cuando en enero de 2004 llegue el momento de la verdad.

La segunda razón es que los propios acreedores han comenzado a considerar nuevas fórmulas organizativas, sobre todo un procedimiento de insolvencia internacional, en primer lugar para superar sus problemas de coherencia interna.

La propuesta de un nuevo Mecanismo Soberano de Reestructura de la Deuda, lanzado en noviembre pasado por la subdirectora gerenta del FMI, Anne Krueger, tiene un potencial enorme para Indonesia. Puede preparar el camino para que alguna institución neutral juzgue el problema de la deuda de Indonesia, en lugar de permitir que los acreedores reclamen ese papel para sí. Puede unir a todos los acreedores en torno a una solución que se base en una evaluación realista de la sustentabilidad de la deuda del país y puede poner un alto a la fuga de recursos como forma de permitir una solución ordenada al problema de la deuda.

No obstante, una vez más el papel crucial compete al gobierno de Indonesia. Sólo cuando Jakarta deje de ubicarse en el último lugar de la cadena de decisiones que se toman en otra parte, la discusión sobre reformas que se está dando en el FMI y a escala más amplia en la comunidad internacional -que no se ha movido precisamente para complacer a Indonesia- podrá resultar más fructífera para el país. Es por ese motivo que no hay que dejar perimir el debate iniciado por el ministro Kwik.

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Juergen Kaise participa en Jubileo 2000, una organización internacional que procura soluciones alternativas a los temas de la deuda. Este artículo fue publicado por primera vez en Jakarta Post el 6 de agosto de 2002 y se reproduce con autorización de sus editores.




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