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No. 153 - Enero/Febrero 2002

Comercio internacional amplía desigualdades salariales

por Chakravarthi Raghavan

El comercio internacional amplía la diferencia salarial entre trabajadores calificados y no calificados en Estados Unidos y otros países industrializados, según un estudio realizado por dos investigadores de la Universidad de California. El comercio creciente de insumos de intermediación, que adopta la forma de participación de la producción y subcontratación en el extranjero, está reduciendo la demanda de las actividades poco calificadas en el mundo desarrollado a la vez que aumenta la demanda relativa y los salarios de la mano de obra calificada.

El comercio internacional tiene el efecto de aumentar la diferencia salarial entre trabajadores calificados y no calificados en Estados Unidos y otros países industrializados, pero eso es debido al llamado "comercio de insumos de intermediación" (participación de la producción, contratación fuera de la empresa, subcontratación y otros métodos empleados por las transnacionales), revela un nuevo estudio (Documento de Trabajo de la Junta Nacional de Investigación Económica Nº 8372) de Robert C. Feenstra, del Departamento de Economía de la Universidad de California y Gordon H. Hanson, de la Escuela de Relaciones Internacionales y Estudios del Pacífico de la Universidad de California.

La creciente diferencia salarial entre trabajadores calificados y no calificados en Estados Unidos y otros países industrializados y sus causas (cambio tecnológico dentro de una industria, competencia entre los países en desarrollo con bajo nivel salarial y los desarrollados u otras razones) ha sido objeto de controversia entre economistas y teóricos del comercio. La creciente diferencia salarial pone fin a la igualación del precio de los factores y otras teorías por el estilo del comercio internacional y la ventaja comparativa. Los teóricos puros del "libre comercio" intentaron primero cuestionar la diferencia y luego, enfrentados a los datos, han estado buscando la explicación en otros elementos.

Por su parte, los grupos de trabajadores internacionales han señalado las diferencias salariales para reclamar "protección" contra ese tipo de competencia y/o intentar encontrar la explicación de la falta de sindicalización o las restricciones a la sindicalización en los países en desarrollo y el bajo nivel salarial resultante de la falta de negociación colectiva.

Esta opinión, a su vez, ha dado lugar a los llamados derechos de los trabajadores y temas de normas laborales, que reiteradamente se plantean en la Organización Mundial de Comercio (OMC). El argumento es que si los trabajadores del mundo en desarrollo pudieran organizarse y se asegurara el cumplimiento de normas laborales básicas (derecho a organizarse y negociar colectivamente) mediante el establecimiento de un vínculo con las normas comerciales de la OMC y su sistema de solución de diferencias, los niveles salariales de los países en desarrollo podrían aumentar, creando así una "competencia leal".

No obstante, esto es cuestionado no sólo por los productores y gobiernos de los países en desarrollo sino también por grupos de la sociedad civil del Tercer Mundo que ven que la OMC -asentada en el poder- y su tendencioso mecanismo de aplicación, sólo agregarán problemas a los trabajadores del Sur. Y también está el argumento de los gobiernos de los países en desarrollo que dicen que la defensa de los derechos de los trabajadores por parte del movimiento sindical internacional en realidad es un intento de negar al mundo en desarrollo su "ventaja comparativa" a través de una forma de protagonismo disfrazado.

Contratación fuera de la empresa

El estudio de Feenstra y Hanson aduce que tal vez las dos partes de este argumento estén equivocadas en cuanto a que hay un elemento del comercio internacional que no está debida o adecuadamente contemplado en las teorías del libre comercio internacional, que evolucionaron originalmente cuando los movimientos de factores (tanto capital como mano de obra) entre los países quedaron estáticos y el comercio internacional y el intercambio de mercancías reflejaron a partir de entonces la ventaja comparativa.

El estudio demuestra que el comercio de insumos de intermediación tiene el mismo impacto en la demanda laboral que el cambio hacia la calificación a partir de la introducción de tecnología. Ambos reducen la demanda laboral de actividades poco calificadas, a la vez que aumentan la demanda relativa y los salarios de los trabajadores más calificados.

El estudio también revela que no se trata tanto de que el responsable sea la creación de instalaciones de producción en un país en desarrollo que depende de materias primas y mano de obra locales para producir mercancías para el consumidor final, así como los llamados acuerdos de subcontratación y participación en la producción, a menudo adoptados por una transnacional y/o su filial mediante la exportación de un insumo, después de haberlo procesado más en un país en desarrollo y de volver a importarlo. En esos casos, la transnacional no sólo se beneficia del menor costo de producción en el exterior debido a los salarios bajos, sino que también tiene un importante incentivo fiscal: las tasas del país de origen se aplican sólo sobre el valor agregado.

Feenstra y Hanson señalan que varios economistas que han investigado la disminución de los salarios de trabajadores poco calificados durante los años 80 y 90, tanto en términos reales como con relación a los salarios de los trabajadores calificados, concluyeron que no es el comercio la explicación predominante o incluso principal del cambio en los salarios, sino más bien el cambio tecnológico, tal como en influjo masivo de computadoras en el lugar de trabajo. Con una opinión contraria, Feenstra y Hanson argumentan que el comercio internacional es fuente de desigualdad salarial, pero eso es debido al comercio de insumos de intermediación, que a veces o a menudo se denomina participación en la producción o contratación fuera de la empresa. Distinguiendo entre el cambio en los salarios debido al comercio internacional (comercio de insumos de intermediación) y el debido a los cambios tecnológicos, en opinión de los dos autores, se trata de una cuestión más bien empírica que teórica.

Si la argumentación de Feenstra y Hanson es correcta, entonces no servirá de nada asegurar los derechos de los trabajadores y la negociación colectiva: en un país en desarrollo con un amplio "ejército" de mano de obra desempleada y no calificada, la negociación entre mano de obra y capital se da en términos desiguales. Por cada trabajador que se levante en huelga, probablemente haya decenas de otros trabajadores dispuestos a tomar su puesto con salarios más bajos; y únicamente puede ayudarlos la intervención estatal en defensa de los trabajadores, algo que en el mundo industrializado es resistido por el movimiento sindical internacional y a lo que ciertamente se opone el capital.

Tomando los datos detallados de Estados Unidos, Feenstra y Hanson señalan que las ganancias de los trabajadores de los sectores no productivos con relación a los del sector productivo en el país, cambió erráticamente entre los años 60 y los 70, pero sustancialmente en los años 80 y 90. Hubo un aumento sustancial durante ese periodo entre el índice de trabajadores del sector no productivo con relación al sector productivo en el rubro manufacturero de Estados Unidos. Si bien este aumento de la oferta de trabajadores podría explicar la reducción de salarios relativos de los trabajadores del sector no productivo de los años 70 a principios de los 80, se contrapone al aumento de los salarios relativos del sector no productivo a partir de entonces. La única explicación coherente con los hechos es que ha habido un cambio hacia afuera en la demanda de más trabajadores calificados desde mediados de los 80, sugieren los autores.

Los teóricos del libre comercio que cuestionan este argumento señalan que la magnitud de las corrientes de comercio de Estados Unidos con los países en desarrollo es demasiado pequeña como para explicar la demanda salarial observada.

Los autores, analizando los datos, concluyen que el comercio de mercancías ha aumentado sustancialmente con relación a la producción de esos productos en varios países industrializados avanzados. Varias pruebas indican que el comercio de mercancías de intermediación ha desempeñado un papel cada vez más importante en el comercio si se observa el comercio "de procesamiento" (definido por las oficinas aduaneras como la importación de insumos de intermediación para el procesamiento y subsiguiente exportación del producto final). Por ejemplo, los autores revelan que dicho comercio ha crecido enormemente en China, con Hong Kong como intermediario. Este procesamiento con destino al exterior ha servido no sólo a los países recientemente industrializados, sino también a Estados Unidos, Japón y Europa.

Señalando el comercio de insumos de intermediación como la fuente de la desigualdad, ambos autores citan el ejemplo de empresas estadounidenses que exportan insumos de intermediación a las plantas maquiladoras de México, donde se realiza el ensamblaje de partes y otras actividades de producción, en lugar de en Estados Unidos. A partir de esos datos, los autores encuentran que la decisión de las empresas de comprar insumos de intermediación en el exterior ciertamente afectará sus empleos a escala nacional, y sería de esperar que afectaran de manera diferenciada a los trabajadores calificados con relación a los no calificados. Así, la contratación fuera de la empresa tiene un efecto cualitativamente similar en la reducción de la demanda relativa de mano de obra no calificada dentro de una industria a la que tiene el cambio tecnológico, como el uso de computadoras.

El estudio revela que la contratación fuera de la empresa, a empresas en el exterior, que realiza la industria manufacturera estadounidense, está asociada con la creciente demanda relativa de mano de obra calificada. Esa contratación fuera de la empresa podía ocurrir a través de la inversión extranjera directa, en tanto las transnacionales reorientan la producción de partes y componentes o ensamblaje de productos, al exterior. O también podría ocurrir a través de un cambio de las prácticas de contratación por la cual las empresas reemplazan la producción doméstica de insumos de intermediación con importaciones compradas a compañías independientes abastecedoras en el exterior.

Un estudio de Matthew Salguther (2000), "Production Transfer Within Multinational Enterprises and American Wages" (Transferencia de la producción dentro de las empresas multinacionales y salarios en Estados Unidos), publicado en Journal of International Economics, sugiere que la IED no es un canal importante de movilidad de trabajos estadounidenses en el exterior o de mejoramiento de la calificación dentro del país. El estudio de Slaughter, combinado con los resultados de un estudio anterior de Feenstra y Hanson (1999), sugiere que la IED no es el medio a través del cual la contratación fuera de la empresa ha inducido una mejora de la calificación en el sector manufacturero de Estados Unidos. Otros estudios han concluido que la IED dirigida al interior en Estados Unidos, no contribuyó a un mejoramiento de la calificación en el sector manufacturero de Estados Unidos. (Los que dicen que la IED es la panacea para el desarrollo, suelen argumentan que atrae capital y mejora el nivel de calificación y la tecnología, y genera difusión de tecnología dentro de un país. Actualmente hay bastante evidencia en contrario).

Al analizar los efectos de la contratación fuera de la empresa y la inversión asociada a la misma, el estudio señala el ejemplo de las empresas manufactureras de Hong Kong-China, que mudaron sus fábricas a China continental, en la vecina provincia de Guangdon, administrándolas desde las sedes en Hong Kong. Lo típico es que esas empresas abastezcan a las fábricas en China de materias primas y a menudo envíen las mercancías a través de Hong Kong para el procesamiento final antes de exportarlas a su destino final. En la medida que Hong Kong trasladó su producción a China, la manufactura se ha convertido en una parte menos importante de su economía. Los dos autores dicen que la literatura existente sólo ha comenzado a rascar la superficie de cómo la globalización de la producción cambia la estructura industrial y la demanda de factores en las economías adelantados y emergentes. Feenstra y Hanson sostienen que la participación en la producción y el comercio de insumos de intermediación importan más generalmente por la forma en que se aplican los modelos de comercio a los datos. En las pruebas del modelo Heckscher-Ohlin, lo común es asumir que las exportaciones son producidas enteramente por la combinación de factores internos de producción con insumos de intermediación productos internamente. Esta noción, señalan Feenstra y Hanson, es equivocada.

Un tema que no es suficientemente explorado en el estudio NBER es el relativo a cuánto de este comercio de insumos de intermediación a través de la participación en la producción o la subcontratación y otros acuerdos, se debe a los bajos salarios y cuánto a los impuestos y aranceles fiscales y otros gravámenes.

Es claro que se hace necesario investigar esta fuente de desigualdad entre los países y dentro de ellos. Esa investigación requiere analizar los incentivos fiscales que los gobiernos de origen de las empresas dan a sus empresas para emprender tales IED en "contrataciones fuera de la empresa" (cuyo propio término se ha vuelto confuso al igualar la producción basada en insumos internos y generar transferencia de tecnología al país receptor y su difusión en él, con acuerdos de concesión de licencias, contratación fuera de la empresa y otros acuerdos que sirven para enviar el valor agregado a los países de origen sin ninguna acumulación de capital en el país receptor ni transferencia de tecnología y capacitación).

Las medidas de los países industrializados para incorporar normas de inversión en los acuerdos internacionales de comercio acentuarán este proceso en detrimento del mundo en desarrollo.




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